El domingo publicaba El Norte de Castilla un artículo sobre la eutanasia, a propósito de la conferencia impartida en Salamanca por la asociación Derecho a Morir Dignamente. Me gustaría contaros mi primer contacto con un proceso de eutanasia aquí en Bélgica, donde ahora vivo y donde es legal desde 2002.
Me hablaron de ello en mi servicio (Neurología) porque, como médica, puede corresponderme llevar a cabo el procedimiento en algún momento (aunque existe la posibilidad de declararse objetor de conciencia). La mayoría de los procesos de eutanasia se llevan a cabo por el médico de Familia en el domicilio del paciente. Pero tratándose las enfermedades neurológicas de la tercera causa para solicitar la eutanasia, solo es cuestión de tiempo que le corresponda al neurólogo. Y el otro día le llegó su primera vez a mi compañero de departamento. El Dr. Mertens (nombre ficticio) es un hombre tranquilo. De los que no se alteran con los contratiempos ni parecen estresarse con la carga asistencial.
Sin embargo, esos días era obvio que estaba nervioso. Salía y entraba continuamente del despacho, y no paraba de darle vueltas al protocolo de 500 páginas sobre la eutanasia… Sus preocupaciones no eran baladíes: «¿Hago lo correcto como médico?», «¿es esto un fracaso de la Medicina?, ¿un fracaso mío?», «¿cómo será la situación…?».
Todo el desasosiego que reflejaba su rostro se había desvanecido cuando le vi volver de ayudar a aquel paciente a tener su muerte digna. «¿Qué tal?», le pregunté. «Muy bien», me contestó, «había mucha paz».
El paciente, que padecía una enfermedad neurodegenerativa sin cura conocida, había tomado la decisión de forma meditada hace tiempo. Sus familiares lo aceptaban. Ya todo estaba dicho, todos los abrazos y besos estaban dados. Las despedidas, los agradecimientos, las conversaciones pendientes… Todo había sido ya dicho como solo puede hacerse cuando conoces la fecha exacta de tu muerte. Y por lo tanto, en la habitación solo reinaba la paz. La paz con la que se va alguien cuyo derecho a poner fin a su vida se ha respetado.
Alicia Alonso