Como siempre, seguimos siendo un «país de contrastes», capaces de lo mejor y su contrario. Parece, incluso, que estuviéramos orgullosos de ello.
La formación sanitaria especializada en España, popularmente MIR, es uno de los fenómenos de preparación de profesionales más punteros y que está generando desde su inicio médicos especialistas y otros sanitarios también especializados con una cualificación excelente. Envidiada y a la vez reconocida. Tan reconocida, que son demandados por muchos países, Gran Bretaña o Suecia entre ellos.
Y con esa demanda foránea de especialistas, con mejores condiciones laborales ofertadas, junto a factores como el crecimiento demográfico, el alto porcentaje de jubilación de facultativos y especialmente una pésima previsión por parte del Ministerio de Sanidad sobre el número de médicos precisos en un futuro, han originado la carencia real de médicos en el sistema sanitario público.
Bien es cierto que a la deplorable planificación del número de médicos especialistas a formar en función de las necesidades previsibles, debe unirse la numantina resistencia del ámbito universitario, de las facultades de medicina, a ampliar el número de alumnos admitidos, del numerus clausus.
Todo ello además de una imagen lamentable para ambas instituciones, revela una escasa responsabilidad social, por muy argumentadas que se pretendan sus posturas
Por último, ante esta carencia de especialistas, se ha descubierto la fórmula mágica: la importación por las administraciones sanitarias de especialistas extracomunitarios. Esto plantea un serio problema de fondo, como es el cuestionamiento último del riguroso proceso formativo que se exige a los MIR, si la misma función y con la misma calidad es cubierta de forma más económica. Aunque esto, claro, está por demostrar.
Entre otras cosas, porque España ha recibido un severo rapapolvos del Grupo de Trabajo de Médicos Europeos, por ser el único país que está contratando irregularmente médicos extracomunitarios
Miguel González Hierro. El Adelanto 19 Diciembre 2009