El último fin de semana ha habido 79.686 nuevos contagios y 762 muertos. En las últimas dos semanas se han registrado 407.091 contagios nuevos diagnosticados, y la terrible proporción de fallecidos supera los 6.000. La vacuna es ahora la esperanza.
Sin entrar en los problemas con la recepción de las vacunas y contando con que se van a recibir las unidades compradas, es poco probable que esté vacunada el 70% de la población en verano, como sería deseable.
Cuando ya estén vacunados los ancianos institucionalizados y los trabajadores sanitarios y sociosanitarios, llegará el momento de valorar por dónde seguir.
Hace unas semanas, la vacuna producía sentimientos de desconfianza en muchas personas. Ahora que parece que escasea o llega despacio, se ha convertido en objeto de deseo, y algunos hacen incluso uso y abuso de privilegios e influencias para ponerse los primeros de la fila.
Leyendo la Estrategia de Vacunación del Ministerio, me parece que se ha optado por priorizar por mayor edad.
Se priman criterios de riesgo clínico individual. Es muy comprensible, porque la terrible pérdida de ancianos en residencias y también en domicilio es una herida en la sociedad que no deja de sangrar. Por otra parte, priorizar por edad puede ser lo más objetivo y sencillo de organizar.
Se habla de sectores esenciales, y distintos colectivos están presionando para que se les considere en primer lugar. Aquí ya será difícil justificar las decisiones: qué es esencial y qué no o qué es más esencial que lo de al lado. Esto no es tan objetivo.
Lo que me llama la atención es que no se hable de criterios puramente epidemiológicos. Es decir, si no hubiera habido 79.686 nuevos infectados, no habríamos tenido 762 fallecidos en dos días, que, efectivamente, eran sobre todo ancianos y personas con riesgo clínico individual.
Digamos que se dirige la vacuna a proteger a los más vulnerables, mientras que la única medida para frenar contagios son las medidas de distanciamiento social, la higiene y la mascarilla.
¿No deberíamos usar la herramienta que es la vacuna para frenar contagios? ¿No protegemos también así a los vulnerables?
Para evitar contagios, se apela a la responsabilidad individual, pero la realidad es la que es: la gente va a trabajar en transportes o circunstancias que hacen muy difícil mantener las medidas de seguridad. Para los jóvenes, por su propia idiosincrasia, es difícil mantener siempre las medidas estrictas, y son vehículo de transmisión eficaz. Los estudiantes y profesores tienen que estar en clases con ventanas abiertas en pleno invierno, y no siempre lo pueden hacer. Son ejemplos.
El riesgo epidemiológico de estos grupos es mucho mayor que el de otros de más edad, pero que pueden estar menos activos y pueden cumplir las medidas de seguridad de forma más eficaz.
¿No puede ser que priorizar el riesgo epidemiológico sea una buena estrategia para proteger al conjunto?
Parece que en Israel van a continuar la vacunación por los jóvenes de 16 a 18 años.
Concha Ledesma