Qué necesario e interesante me parece poder participar en la vida y no dejarla pasar, incluso en la vida política del tiempo en el que nos ha tocado vivir.
Como en el reparto de tareas a mí me ha tocado ser médico (qué suerte), pues resulta que en muchas ocasiones la vida me encuentra dándole vueltas a asuntos relacionados con mi profesión; unas veces son asuntos clínicos los que me ocupan y otras, organizativos.
Vueltas a la forma de organizar el sistema de salud para hacerlo más capaz, más rápido, en definitiva, más eficiente. Pensando en hacerlo llegar a todos los rincones y a todos los habitantes de España. En estos devaneos, y buscando conocer las causas de los problemas y las posibles soluciones, acudo a momentos anteriores en los que la sociedad fue capaz de expresarse con vigor, produciendo excelentes resultados.
Quisiera destacar tres de ellos.
Implicación frente a la apatía
El primero lo encontré recogido en un texto ahora reeditado, pero publicado por primera vez en 1955 en una editorial argentina (Losada S.A.) y titulado La civilización de España, de Jonn Brade Trend, hispanista inglés. Explica Brade Trend, tras la entronización de Carlos IV: “En menos de cinco años, los que le rodeaban pudieron volver del revés la política reformadora que había costado tres generaciones de estadistas para organizarla”. Como afirma previamente, había costado conseguirlo: “Pero en la España del siglo XVIII, el público era completamente apático. El gobierno por si solo no puede civilizar un país. La reforma desde arriba tiene sus límites…”.
Es decir, solo si la comunidad toma partido, se implica y empuja, las reformas llegan y se afirman, y aún así, cuán frágiles son y que rápidamente pueden desmontarse.
El segundo es la creación del National Health Service (NHS) inglés, el 5 de julio de 1948, apenas tres años después de terminar la Segunda Guerra Mundial, envuelta Inglaterra en una situación económica y social muy difícil. Un pueblo sufriente sacó fuerzas para reclamar un sistema público de salud, y un ministro de Sanidad laborista, Aneurin Bevan, supo darle forma redactando la Ley del Servicio Nacional de Salud en 1946, tras vencer no pocos intereses en contra. La necesidad y la decisión de una comunidad, el buen hacer de un político realizando con excelencia su trabajo, aportaron al mundo uno de los inventos sociales más relevantes del siglo XX. Desde 1979, el NHS está sufriendo abandono e intentos de desmantelamiento sin que haya una respuesta contundente por parte del pueblo británico.
El “empuje social”, imprescindible
En tercer lugar, en la década de los años 80, en España toma forma el modelo organizativo de la Atención Primaria de Salud, y lo hace desde la Comunidad de Castilla y León. De aquí surge para expandirse por toda España dentro del sistema público de salud, entroncado en la Ley General de Sanidad de 1986, que llega con el objetivo primordial de asegurar y posibilitar la financiación pública, la universalidad, la calidad y la seguridad de las prestaciones sanitarias. Fuimos capaces en esta Comunidad de dar forma a un nuevo modelo organizativo para atender las necesidades sanitarias de todos los habitantes de España.
Es decir, se puede hacer. El sistema sanitario público puede y debe mantener sus bondades, con las adaptaciones pertinentes a las variaciones sociodemográficas. Pero se necesita el empuje de la sociedad, por mucho que esté envejecida y frágil.
Hasta estos tres recuerdos llegué pensando en cómo mantener una sanidad públicaespañola capaz de dar una adecuada respuesta a las necesidades de salud de toda la población.
“Opinemos, debatamos, seamos críticos con todo”
Pero surgieron varias preguntas:
¿Valora hoy la sociedad española el sistema público de salud? ¿Lo considera capaz de dar respuesta a sus necesidades?
Tal vez estas cuestiones sean indisociables de otras más generales.
¿Qué parte de la población española en 2024 valora vivir en democracia, en una sociedad organizada de acuerdo al principio del estado del bienestar?
Porque tengo la sensación de vivir en una sociedad donde, como en el siglo XVIII, predomina la apatía, en la que no está presente ni el empuje ni la decisión de los ingleses en 1946 . La impresión de que los profesionales de la política hoy no muestran la lucidez, el coraje y la decisión de Aneurin Bevan en la defensa de lo público. Y tampoco aparecen las personas capaces de realizar la necesaria adecuación del sistema sanitario público español, muy en particular de la Atención Primaria, al momento sociodemográfico actual.
Y es que no podemos dejarnos caer en la apatía ni ceder ante los cantos de sirena que llaman a abandonar la participación activa en la vida, ni tampoco en la vida política. Opinemos, debatamos, estudiemos, seamos críticos con todo, exijamos que las necesidades básicas de todo el mundo sean cubiertas. Apoyemos firmemente aquello en lo que creemos.
Un método de participación es el voto. En las próximas elecciones europeas espero que seamos muchos los ciudadanos que vayamos a las urnas.
Veremos…
PD: Paz en Ucrania, Gaza, Siria, Yemen…
Emilio Ramos.