Las listas de espera son consustanciales a todos los sistemas nacionales de salud. Funcionan como elemento regulador entre la oferta y la demanda en aquellos servicios en los que esta relación no se establece vía precios. Son pues inevitables, y hasta un límite beneficiosas, ya que permiten planificar la asistencia. Pero si las listas de espera se alargan, pueden provocar riesgos al paciente, estrés a la familia y daño a la comunidad. Es esta clase de listas de espera la que nos preocupa.
El gobierno presume de reducción de la lista de larga duración; pero quizás ese no es el problema principal. Es muy importante tener en cuenta cuales son los procesos que están en espera, porque unas cataratas pueden esperar un mes, pero no puede esperar un cáncer que requiera cirugía o una primera consulta o una prueba diagnóstica. Este último problema se oculta, y para no hablar de ello se le llama de otra forma, esto no es lista de espera, es «lista de demora». Claro que la demora puede ser 6 meses y el enfermo estar esperando que le diagnostiquen un tumor.
La causa de las listas de espera es siempre la subutilización y/o utilización inadecuada de los recursos disponibles, porque recursos no faltan, al menos en nuestra provincia. El problema puede ser organizativo ( planificación de quirófanos, horarios inadecuados, inexistencia de una unidad de cirugía ambulatoria, etc.), puede ser un exceso injustificado de derivaciones desde atención primaria, o baja productividad de los especialistas (solo en el peor de los casos con el objeto de favorecer la derivación de pacientes a la privada).
Se han propuesto dos tipos de soluciones: «las peonadas» (actividad fuera de horario, con retribución especial), sin tener en cuenta que con ello puede favorecerse un descenso de la actividad en horario normal, y la concertación con otras instituciones públicas o privadas, que puede ser necesario en alguna ocasión, si se han agotado los recursos de las instituciones públicas y exigiendo la misma calidad de prestaciones que se ofrece en éstas. Nosotros pensamos que las soluciones van por otros caminos: lo primero, priorizar los procesos que están en lista de espera, valorando lo que puede esperar cada uno, y después, investigar los motivos de las listas, servicio a servicio, haciendo un estricto control de la actividad, lo que precisa de un consenso profesional y de la implicación de los organismos de participación comunitaria.
Aurelio Fuertes