El grado de frecuentación de los Servicios de Urgencias por nuestros ciudadanos es elevado, la demanda asistencial sanitaria también es muy alta. Afortunadamente en este país, la gran mayoría apostamos por una sanidad pública y toda la clase política participa de este convencimiento.
Nunca, abiertamente, declararían otra cosa y menos todavía en periodos electorales. Esto nos asegura, sin ninguna duda, que se desea para las prestaciones el óptimo de calidad y que no cesara de incrementarse, a través de los presupuestos de cada autonomía, los recursos destinados a este capítulo. También los profesionales reclaman una mejor preparación y una mayor atención a sus reivindicaciones, respuestas a sus demandas que les permita adquirir un compromiso con el desarrollo de un proyecto que ha de perfeccionarse con el tiempo.
Por otra parte hay que insistir una y otra vez en lo insuficiente de la educación que se proporciona a los ciudadanos sobre cómo utilizar la Sanidad Pública, tal vez habría que dedicar más atención a este apartado. No se ha sabido trasladar a la población que cuando hace uso de los servicios públicos está haciendo uso de algo propio y que si su funcionamiento no es del todo satisfactorio no debe adoptarse una actitud destructiva, no se puede actuar negativamente para que funcione peor ni se debe provocar mayor deterioro.
Si tenemos una casa que se ha quedado pequeña no nos dedicaremos a estropear las paredes o a tirar los muebles por la ventana. Como usuarios de la Sanidad cuando incivilizadamente hacemos un mal uso de los hospitales o de los centros de salud, no respetando ni a los profesionales que en ellos realizan sus funciones para nuestra curación y cuidados, ni a los equipamientos con los que están dotados, es como si hiciéramos un boquete en nuestra propia casa. Convenzámonos, profesionales todos, que compartimos un proyecto en común en el que no puede estar ausente la participación responsable de los ciudadanos.
Nunca, abiertamente, declararían otra cosa y menos todavía en periodos electorales. Esto nos asegura, sin ninguna duda, que se desea para las prestaciones el óptimo de calidad y que no cesara de incrementarse, a través de los presupuestos de cada autonomía, los recursos destinados a este capítulo. También los profesionales reclaman una mejor preparación y una mayor atención a sus reivindicaciones, respuestas a sus demandas que les permita adquirir un compromiso con el desarrollo de un proyecto que ha de perfeccionarse con el tiempo.
Por otra parte hay que insistir una y otra vez en lo insuficiente de la educación que se proporciona a los ciudadanos sobre cómo utilizar la Sanidad Pública, tal vez habría que dedicar más atención a este apartado. No se ha sabido trasladar a la población que cuando hace uso de los servicios públicos está haciendo uso de algo propio y que si su funcionamiento no es del todo satisfactorio no debe adoptarse una actitud destructiva, no se puede actuar negativamente para que funcione peor ni se debe provocar mayor deterioro.
Si tenemos una casa que se ha quedado pequeña no nos dedicaremos a estropear las paredes o a tirar los muebles por la ventana. Como usuarios de la Sanidad cuando incivilizadamente hacemos un mal uso de los hospitales o de los centros de salud, no respetando ni a los profesionales que en ellos realizan sus funciones para nuestra curación y cuidados, ni a los equipamientos con los que están dotados, es como si hiciéramos un boquete en nuestra propia casa. Convenzámonos, profesionales todos, que compartimos un proyecto en común en el que no puede estar ausente la participación responsable de los ciudadanos.
Clara Argúello.
Publicado en «El Adelanto», 8 Marzo 2008