Mientras ciudadanos, profesionales y autoridades sanitarias continúan discutiendo por dotar adecuadamente los centros Sanitarios con los medios técnicos y farmacológicos más sofisticados, las personas siguen enfermando en SU MAYOR PARTE por causas a las que no dedicamos tanto tiempo y dinero para controlarlas:
La población enferma y muere por alteraciones cardiovasculares, cáncer, y accidentes de tráfico y laborales, junto a pobres condiciones socioeconómicas en muchos casos, que condicionan, cuando sobreviven, un mal envejecimiento y una mala calidad de vida a ellos y a sus familiares.
Estos procesos (la población y sanitarios deben sensibilizarse de ello) son desencadenados fundamentalmente por el tabaquismo activo o pasivo, dieta o tipo de vida inadecuadas, hipertensión arterial y diabetes mellitus no diagnosticadas o mal controladas (más del 50% ya a los 6 meses del diagnóstico). Este cuadro se completa con muertes o invalideces por accidentes de tráfico y laborales, por falta de educación social o sanitaria o de prevención laboral y abuso de alcohol.
Las consecuencias son lentas, silenciosas, casi desapercibidas, pero finalmente catastróficas. Muchos informes de la OMS y comités de expertos avalan estas afirmaciones.
Es evidente que lo que tanto preocupa a la Sanidad (intolerables listas de espera, equipamiento tecnológico, etc…) no repercutirá en salud ni en calidad de vida ni un 10% de lo que van a repercutir los factores citados, uniendo a ellos el más importante: el estado de bienestar social y económico, cuya mejora redunda en mejores condiciones de vida, alimentación, actividad física, ansiedad y supervivencia.
Maximiliano Diego.
Publicado en «El Adelanto», 23 de Junio de 2001