Los recursos humanos son el principal capital de que dispone la sanidad pública, también es históricamente el que menos se ha cuidado. El que nuestra sanidad esté considerada una de las mejores del mundo es debido fundamentalmente al buen hacer y al sacrificio de sus profesionales. Entre éstos están los médicos especialistas, a los que voy a referirme. Dos circunstancias amenazan su actual prestigio, el envejecimiento de las plantillas (más del 50 % de los médicos tienen más de 50 años) y su desmotivación. Está en manos de las autoridades del Sacyl solucionar el problema.
Existen al menos tres medidas de gran calado que podrían introducirse en el sistema para tratar de paliar la situación. La primera sería la jubilación forzosa de los citados profesionales a los 65 años, excepto en situaciones extraordinarias; la segunda sería establecer un calendario de oposiciones periódicas para la renovación de plazas vacantes o de nueva creación y la tercera poner en marcha una carrera profesional motivadora, basada especialmente en las competencias asistenciales de los médicos y realmente discriminatoria (que no solo valore la antigüedad).
Conocemos que desde el Sacyl se están tratando estas alternativas, pero las noticias que recibimos no son esperanzadoras: la edad de jubilación podrá alargarse hasta los 70 años, en consonancia con lo que exige un sindicato médico, y la provisión de plazas va a hacerse mediante contratos especiales con una jornada diferente a la habitual y que no se preceden de una oposición abierta y publicitada. La incógnita es la carrera profesional, de la que existe un borrador atractivo, pendiente de tantas negociaciones y pactos, que no sabemos si será reconocible al final. Mientras tanto, nuestras autoridades agravan el problema de la desmotivación de los médicos, publicitando un oscuro y engañoso proyecto de jornada laboral de 35 horas, que ni siquiera entienden nuestros superiores locales.
Aurelio Fuertes
Publicado en «El Adelanto», 29 Octubre 2005