Una noche hace 20 años, unos soldados, en lugar de disparar, dejaron pasar al otro lado del muro de Berlín a unas personas. Ese día, se acabó la división del mundo en «este y oeste», la guerra fría y el siglo XX. La utopía de que un mundo más justo y mejor repartido era posible gracias al comunismo, se mostró también como una farsa.
El capitalismo y los políticos conservadores, quedaron sin freno; hasta entonces habían sido contenidos y habían convenido en respetar ciertos derechos conseguidos por los trabajadores y ciudadanos en todo el mundo.
La socialdemocracia, se quedó sin referente por la izquierda, aunque conservó de la utopía comunista el discurso de defender derechos básicos que se llamaron «Estado del Bienestar» y entre ellos, la Sanidad, pero siempre que ese derecho, sirviera al libre mercado.
En nuestro país, la Sanidad, que entonces, estaba recién nacida como derecho universal, enseguida estuvo amenazada, en mayor o menor medida según los tiempos políticos.
La Sanidad, incluso la pública, representa un negocio para muchos sectores económicos. Esto no sería malo ni bueno, de no ser porque son los intereses de la economía y no los de la salud los que escriben el guión en la investigación e incluso en la docencia y también en la asistencia, en los servicios que se ofertan y en la organización de los mismos. Algunos problemas de salud existen porque alguien tiene algo que vender para solucionarlos.
La generación de médicos, que puso su prestigio, trabajo y dedicación, exclusivamente al servicio de la Sanidad Pública, está a punto de desaparecer por jubilación.
Los actuales se dejan deslumbrar por el brillo de los cacharros, sin comprender que manejar una máquina, lo puede hacer cualquiera que se entrene para ello, y que ser médico es otra cosa.
La fuerza de los ciudadanos para alterar el curso de las cosas, debe volver a despertar y debe servir para que el derecho a la salud no acabe definitivamente enterrado bajo las piedras del muro de los intereses.
Concha Ledesma. El Adelanto 14 Noviembre 2009