Todos deseamos que cuando nos llegue la muerte sea sin sufrimiento. Además de la esperanza, algunas sociedades ricas nos hemos dotado de un sistema sanitario público capaz de cuidar a todos por igual cuando estamos enfermos y que , incluso durante la agonía , intenta evitarnos el máximo de sufrimiento.
La agonía es la situación previa a la muerte y sólo esporádicamente se ve aliviada por la inconsciencia. En otras muchas ocasiones hay síntomas que generan un enorme sufrimiento : puede haber disnea , una horrible sensación de falta de aire , de estar ahogándose. El dolor también puede estar presente , un dolor terrible , que no para ni un segundo, que hace gemir, llorar , gritar, desear que todo termine ya . La situación puede ser tal que el paciente piense: “ Así no merece vivir ni un día más”.
Imaginemos que teniendo los medios para evitar tanto sufrimiento, no pudiéramos o no quisiéramos evitarlo. Sería algo inaceptable… Pues ésto es lo que ha podido ocurrir en los últimos dos años y cuatro meses . En este tiempo la asistencia a la agonía por los sanitarios se ha visto mediatizada por las actuaciones del Sr. Lamela ,Consejero de Sanidad de Madrid hasta el día antes de hacerse pública la decisión del juez de archivar el “caso Leganés” sin imputar a los médicos.
La atención de enfermos en situación terminal es una actividad médica compleja , en la que hay que tener en cuenta al menos tres protagonistas : el enfermo, la familia y la propia enfermedad . La enfermedad provoca síntomas , en ocasiones terribles , (como terrible es el sufrimiento) que llevan al paciente a una situación sin marcha atrás , irrecuperable . Es entonces cuando él puede solicitar la sedación , o haberlo expresado anteriormente. En ese trance y ante la imposibilidad del enfermo para decidir la familia puede solicitar la sedación , que no busca acelerar la muerte sino algo tan simple y a la vez excelso como es evitar el sufrimiento. Y esto lo debe poder hacer el médico responsable del enfermo ,pues ésa es su obligación.
Emilio Ramos.
Publicado en «El Adelanto», 30 Junio 2007