Del «Primum non nocere» hasta hoy, hemos avanzado, pero no tanto. Es tras los horrores nazis cuando surge el concepto «derecho del paciente» y cuando se dictan limitaciones éticas al ejercicio médico.
Tras estos años en democracia, nuestra sociedad ha madurado y ha superado el paternalismo del sistema sanitario de la época autárquica. Una sociedad moderna y ante todo democrática, reconoce a su sistema sanitario en la medida en que éste se encuentra en sintonía con las necesidades, expectativas y valores de la propia sociedad. Es impensable el ejercicio de ciertos derechos a nivel ciudadano y la negación de esos mismos derechos como paciente. Es precisamente la cualidad de ciudadano de un estado de derecho la que origina también los derechos en el subsistema sanitario.
Impulsar los derechos de los pacientes, ha de ser el puntal sobre el que se desenvuelva el sistema sanitario público. La ética o la bioética, es el instrumento de adaptación al estado de sensibilidad social por los profesionales sanitarios.
Armonizar los derechos de los pacientes como eje del sistema y la adaptación del desempeño sanitario con unos criterios bioéticos que sean aceptados mayoritariamente por la sociedad, será el punto de toque que suponga la legitimación del sistema público de salud.
Una tentación fácil es el simple enunciado de estos derechos, plasmándoles en normas formales pero sin que en la práctica se vean implantados y seguidos con rotundidad. Si bien su definición expresa es una condición necesaria, no es suficiente, pudiendo llevar un enunciado sin aplicación a la desconfianza generalizada de la población hacia otros aspectos.
El sistema sanitario público está concebido para servir a las necesidades sanitarias de los ciudadanos, debiéndose conjugar con el respeto a los derechos de los trabajadores sanitarios y con otros elementos reguladores; invertir este orden de prioridades, lleva indefectiblemente a la deslegitimación social del SNS.
Miguel González Hierro. El Adelanto 25 Febrero 2006