La epidemia de gripe AH1N1 y el abordaje que de la misma están haciendo tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la mayoría de las administraciones sanitarias parece un caso claro de una actuación desproporcionada.
La epidemia de la gripe A H1N1 inicialmente fue considerada como de una extrema gravedad por un análisis inapropiado de los primeros caos producidos en México que hicieron creer que estábamos ante una epidemia muy grave y altamente contagiosa (epidemia tipo 1 según la clasificación propuesta por Peter Doshi, BMJ septiembre 2009) por lo que se arbitraron medidas adecuadas a este tipo de problema de salud. Sin embargo posteriormente se ha comprobado que se trataría de una epidemia tipo 3 en esa misma clasificación (muy contagiosa y de baja gravedad) ya que la mortalidad es incluso menor que la de la gripe estacional, lo que se pudo comprobar cuando acabo el invierno austral y se evidencio que la mortalidad real estaba muy por debajo de las previsiones realizadas inicialmente. La OMS sin embargo no cambio la estrategia, como tampoco lo han hecho la mayoría de las autoridades sanitarias de los países implicados.
Un hecho remarcable fue el cambio de definición de pandemia realizado por la OMS, que ha forzado la declaración de pandemia a nivel mundial y que ha sobredimensionado la importancia de la enfermedad. En todo caso resulta inexplicable que no se haya utilizado esta nueva definición para otras enfermedades infectocontagiosas extendidas en muchos países del mundo como la malaria, la tuberculosis la bronquiolitis por VRS, el rotavirus,etc.
Lo que se conoce de su desarrollo mundial tampoco indica una gravedad especial, sino mas bien todo lo contrario (en torno a 2 fallecidos por 10.000 infectados), es mas, parece razonable pensar que el numero real de casos es muy superior al contabilizado porque el sistema de contabilidad utilizado y la falta de detección sistemática de los casos infraestima a aquellas enfermedades en que el numero de casos con pocos síntomas es muy frecuente, ya que estos habitualmente no acuden al sistema sanitario. Por eso es más que probable que el numero de personas que han pasado la actual gripe sobrepasen el doble de las contabilizadas, lo que hace que su mortalidad real sea mucho menor de la estimada.
Conviene recordar que en este periodo de tiempo se han producido muchas mas muertes por accidentes de trafico, accidentes laborales, gastroenteritis, tuberculosis, malaria, VIH, y un largo etc de enfermedades que han pasado desapercibidas para la OMS solo preocupada por una enfermedad con baja mortalidad pero alrededor de la cual existían potentes intereses económicos.
Una cuestión que debe remarcarse es la parafernalia que se ha montado para la atención de los cuadros gripales en los centros sanitarios, especialmente en Atención Primaria que es donde se atienden los cuadros mas leves. Con las tasas actuales notificadas (ya se ha dicho que muy probablemente por debajo de la realidad) y con la baja letalidad de la enfermedad no tiene sentido el aislamiento riguroso de las personas con sospecha de la enfermedad, sobre todo porque parece desconocer que la mayoría de los contagios se producen en los lugares de la vida real donde hay aglomeraciones (transporte, centros de trabajo, espectáculos de masas, etc).
No obstante la organización de los servicios sanitarios ha hecho caso omiso de la realidad. Los circuitos para la atención de los enfermos con sospecha de gripe se han puesto en marcha, con escasa asistencia, mientras se colapsa el resto del funcionamiento del sistema.
La vacunación de la gripe ha sido otra demostración de una actuación de las autoridades sanitarias alejada de la realidad. Se han empeñado en la vacunación cuando se conoce que: 1) La vacuna contra la gripe estacional produce una protección parcial contra la nueva gripe (disminuye su gravedad y mortalidad) y conviene recordar que esa vacunación estacional es la que se había realizando previamente.2) La vacuna ha incluido un adyuvante que introduce dudas sobre su seguridad y el posible riesgo de complicaciones de la misma. La justificación de su inclusión estaba en que nos encontrábamos ante una enfermedad potencialmente muy grave y era importante reforzar la respuesta inmunológica, pero cuando se supo que no era así no se rectifico y 3) las personas nacidas antes de 1957 tienen un recuerdo inmunitario con efectos protectores.
Un asunto relevante es que se ha vacunado a aquellas personas que han pasado la gripe, y que por lo tanto ya tienen inmunidad, lo cual es aun mas complicado si se tiene en cuenta que no se ha hecho una detección sistemática de los casos
La insistencia en la vacunación solo se entiende porque las vacunas ya estaban compradas y quizás se pretendía amortizar el gasto, aunque es evidente que también puede deberse a la incapacidad para enfrentarse al efecto de terror mediático que, en parte, ellos mismos han contribuido a fomentar. La respuesta de profesionales y ciudadanos ha estado en la línea de la sensatez y la desconfianza y en la mayoría de los países de Europa el porcentaje de profesionales de la salud y de ciudadanos que se han vacunado ha sido muy bajo a pesar de una propaganda coactiva. De hecho las propias administraciones sanitarias están valorando devolver vacunas y/o mandarlas a países del Tercer Mundo. Una vez mas llama la atención la ausencia de información y de transparencia.
Otra cuestión es el uso abusivo de osetalmivir, a pesar de que su eficacia para esta gripe no esta inequívocamente probada, y se debate sobre la que tiene sobre la gripe estacional (ver BMJ). Naturalmente las resistencias no se han hecho esperar y han vuelto a ser utilizadas como carnaza mediática.
También debe de recordarse que parece que la gripe AH1N1 ha desplazado a la gripe estacional, de la que se han registrado muchos menos casos este año, de manera que el balance final es que la mortalidad por la gripe ha disminuido.
Todavía es pronto para hacer una evaluación definitiva, pero hay algunas cuestiones que van estando ya bastante claras:
1. Las autoridades sanitarias, con la OMS a la cabeza, no han estado a la altura de sus obligaciones. Si en un primer momento era entendible un cierto miedo y precaución por tratarse de una enfermedad nueva, a partir de septiembre las informaciones abonaban todas en el mismo sentido: enfermedad con alta difusión y poca gravedad. Es entonces cuando había que haber dado una información mas contundente desactivando el efecto mediático, aun a costa de afrontar alguna una perdida de popularidad.
2. La gran presión mediática magnificando la enfermedad parece responder fundamentalmente a intereses económicos (las grandes multinacionales de la farmacia tienen una probada capacidad de intoxicación) pero también al afán de protagonismo de algunos periodistas y profesionales y al tirón de ventas y audiencia que tiene el catastrofismo.
3. No se puede despreciar los efectos positivos que tiene para los gobiernos y los grandes intereses multinacionales una población atemorizada. El terror es paralizante y favorece la desmovilización y una buena dosis de catástrofe desplaza de la actualidad la corrupción, el fracaso económico de las políticas neoliberales, etc. Por otro lado el miedo a la epidemia favorece el aislamiento y los comportamientos insolidarios
4. ¿Cuánto nos ha costado la epidemia?. No lo sabemos exactamente pero varios miles de millones de dólares que bien habrían servido para construir hospitales, centros de salud, etc, y que se han despilfarrado haciendo la sanidad pública menos sostenible. Las perdidas en coste/oportunidad han sido tremendas.
5. Las connivencias de la OMS con los intereses de las multinacionales farmacéuticas han quedado patentes. Desde hace tiempo la OMS esta fomentando lo que llama colaboración publico – privada y esta crisis pone en evidencia que en realidad se trata de poner a los organismos internacionales en manos de los intereses económicos privados.
6. Se ha generado una gran desconfianza sobre la credibilidad de los responsables de la salud pública, que puede ser muy peligrosa cuando de verdad de produzca una pandemia de una enfermedad de alta gravedad.
Desgraciadamente seria casi milagroso esperar que los responsables de esta alarma innecesaria hagan su autocrítica. Necesitamos, a nivel mundial unas autoridades sanitarias que sean capaces de actuar con responsabilidad, anteponiendo el derecho a la salud de los ciudadanos por encima de sus intereses personales y de las presiones económicas y mediáticas.
En consonancia los responsables del miedo deberían de dimitir y habría que realizar una profunda transformación de la OMS para garantizar que asume su papel de coordinador de la política sanitaria a nivel mundial y que se dedica a favorecer la salud a nivel mundial. No va ser fácil conseguirlo.
International Association of Health Policy
Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública
5 de Febrero de 2010