El Norte de Castilla. Editorial 31 diciembre 2009
La Consejería de Sanidad inició ayer en La Cistérniga (Valladolid), como experiencia piloto, la implantación de la receta electrónica, dirigida a mejorar y simplificar la prestación farmacéutica.
Las ventajas del sistema quedan constatadas tras su implantación, hace años, en varias autonomías.
El servicio aprovecha las virtudes de la informática. La prescripción médica se incorpora a una base de datos, a la que accederá el farmacéutico cuando el paciente solicite sus medicamentos, previa presentación de su tarjeta sanitaria. El operativo permite la actuación multidisciplinar de dos especialistas: el farmacéutico puede bloquear, de forma cautelar, una prescripción cuando detecte algún error y el facultativo corregir o anular en cualquier momento los registros. El enfermo no precisará ir al centro de salud a por recetas, aliviando la actividad de este servicio.
Tan interesante ventaja lleva a preguntarse por las razones por las que este experimentado método de trabajo llega con tanta lentitud a Castilla y León. El Consejero Álvarez Guisasola ayer sugirió, sin ampliar explicaciones, que se modificarán los sistemas de gestión y habrá un aporte económico; medidas esenciales que corregirían que el proyecto piloto pudiera concluir en una errática decisión. El plan no logrará sus objetivos sin una tecnología capaz de gestionar los datos; si no cuenta con unos facultativos con formación para operar unos programas rápidos y eficaces y si, al otro lado de la Red, no hay un farmacéutico con parejas capacidades y medios. La receta electrónica, de acuerdo a la aceptación obtenida, terminará por implantarse en toda España, como desea el Gobierno central, interesado en homogeneizar el servicio. Castilla y León no debería tardar en generalizarlo, para lo que resulta imprescindible una gestión capaz y ágil, que llegue a todas las farmacias de la comunidad. El tímido proyecto, para evitar quedar en unas magras tasas de participación, precisará de dotación económica suficiente.