Los términos «continuidad de cuidados y coordinación asistencial» hacen referencia a la respuesta que la sociedad debe dar a las necesidades sanitarias de las personas, en los distintos tiempos y espacios en que trascurre su vida.
En la sociedad occidental, las enfermedades más frecuentes son las crónicas, como la diabetes, o el cáncer. Son patologías complejas, que precisan la intervención constante del médico de cabecera, varios especialistas, personal de enfermería y servicios sociales. Resulta obvio el beneficio de que, todos ellos, actúen de forma coordinada, por el bien del paciente y por la buena gestión de los recursos.
Hasta ahora no se ha encontrado una forma efectiva de conseguir esa coordinación. Cada especialista, trabaja en su «reino de taifas» y lo que esperan del médico de familia es que le «filtre» a los pacientes. En cambio, el médico de familia, necesita saber el resultado de las consultas solicitadas.
Una historia clínica informática única, podría ser la herramienta base de la coordinación. Pero, la informatización de la sanidad, en la que se está haciendo una inversión millonaria, no pone en contacto a las distintas personas que atienden al paciente e incluso se ha perjudicado el anterior canal de comunicación entre profesionales. También es cierto, que disponer de la información no sería suficiente, hay que tener, además, la necesidad o el incentivo de utilizarla para hacer el trabajo diario coordinado con los demás.
Ante esta realidad, caben las propuestas que ponen al médico de familia como agente del paciente, al cual, acompaña y asesora ante el sistema, mientras los especialistas actuarían como interconsultores puntuales. Tiene su lógica, pues, es el médico de familia el elemento estable en las distintas circunstancias de la vida del paciente: «En medicina general los pacientes permanecen y las enfermedades vienen y van mientras en los hospitales las enfermedades permanecen y los pacientes vienen y van.
Concha Ledesma.
Publicado en «El Adelanto», 3 Febrero 2007