¿Y que tienen que ver las balanzas fiscales con la asistencia sanitaria a la que dedica habitualmente su columna esta Asociación? Pues mire usted: mucho, incluso todo. Trataremos de explicarnos.
La sanidad pública es uno de los pilares fundamentales del estado del bienestar y al igual que la educación o la asistencia social se financia con impuestos y el dinero necesario es recaudado por Hacienda entre todos los españoles en función de su nivel de renta: quien más tiene más paga, (o así debería ser).
Desde hace muchos años se ha abandonado la idea del Estado como instrumento de solidaridad social, como vehículo de redistribución de la riqueza entre todos los ciudadanos. Ya no está mal visto defraudar o pagar lo menos posible a Hacienda, incluso lo que está mal visto es pagar más pudiendo evitarlo con la ingeniería fiscal de los asesores. Se ha producido un cambio en los valores y en la consideración social de los impuestos. Subir impuestos o pagarlos está mal visto. Bajarlo o evadirlos está bien visto. De ello es responsable en gran medida la izquierda tradicional que en su desarme ideológico que le ha llevado a la pérdida de su identidad, no ha sabido defender la solidaridad entre individuos vía impuestos como un bien necesario e imprescindible para garantizar la estabilidad social, lo que constituía la esencia de la socialdemocracia.
Pues bien, si ya no es necesaria la solidaridad entre los individuos, si se ha roto el concepto de solidaridad entre los ciudadanos del Estado, es normal que esa misma lógica se aplique al resto de los mecanismos de solidaridad y que los territorios ricos se nieguen a pagar más impuestos y reclamen el equilibrio de su balanza fiscal. Que eso lo hagan los partidos nacionalistas de derechas (el gobierno de Cataluña), o incluso la derecha tradicional (los gobiernos de Madrid o de la Comunidad Valenciana por ejemplo) puede parecer normal ya que aplican a los desequilibrios territoriales el mismo esquema que a las diferencias entre individuos, pero una vez más no es comprensible que lo apoyen los partidos que se consideran a si mismos de izquierdas.
Por eso hay que decir en voz alta y cuantas veces sea preciso que es necesaria la solidaridad entre individuos y que esa solidaridad debe estar por encima de los territorios, que los ciudadanos más ricos de cualquier comunidad autónoma del Estado deben pagar más impuestos para financiar la sanidad o la educación de cualquier territorio de España.
Y todo ello no es solo fruto del egoísmo que ha generado la crisis, viene de mucho antes, viene del abandono de la ideología y del intento de homogenización social al que se han plegado quienes, como la izquierda, deberían ser instrumentos de transformación social y han renunciado a ello queriendo parecerse cada vez más a los partidos de derecha. En tiempos de confusión es cuando resulta más necesario hablar claro y recuperar el sentido de las palabras. Si así lo hicieran que el pueblo se lo premie y si no que se lo demande (que se lo demandará seguro).
Miguel Barrueco 7 Agosto de 2014