En 2008 se iniciaron las primeras obras del nuevo hospital de Salamanca. Después de 13 años de contrariedades y retrasos, ciudadanos y trabajadores ya disfrutamos de aquel proyecto convertido ahora en realidad.
Cuando entras por primera vez, te sorprende la iluminación, que es potente y refleja la blancura y la limpieza de todo lo que te rodea. Los pasillos son amplios en cuanto a anchura, aunque también larguísimos, teniendo que recorrer grandes distancias para ir a los vestuarios y deshacer lo andado en algunos casos para ir a tu puesto de trabajo.
Cuando llegas a la planta de hospitalización, te vuelve llamar la atención la blancura que te rodea, la sensación de limpieza y la cantidad de detalles modernos que hay. Por ejemplo, el cuarto de materiales se ilumina solo con entrar, sin necesidad de tocar el interruptor; no suenan timbres, sino que una voz te avisa de la habitación de la que están llamando; en la sala de estar de familiares hay grandes ventanales y preciosas vistas al río, y todo está nuevo, nuevo, novísimo. Viniendo de un hospital tan viejo, lo normal es que todo esto nos resulte a la vez agradable y sorprendente.
Tenemos también un estupendo hospital de día médico, con sillones cómodos y espacio entre ellos –proporcionando más intimidad y seguridad–, que nos permitirá tratar a más pacientes sin necesidad de hospitalización. Me imagino que los quirófanos serán casi de ciencia ficción y que las nuevas resonancias, TAC, varias salas de ecografías, etc. también serán lo último de lo último. También la nueva UCI, la zona de reanimación y los laboratorios me los imagino ultra modernos y cargados de tecnología. Sin embargo, en las plantas de hospitalización, todo este cienciaficcionismo no nos resulta tan evidente.
Llegamos al hospital nuevo con la obligación de que todo debe hacerse online, y ello supone a los médicos –hablo de lo que conozco– graves problemas de tiempo y la necesidad de más ordenadores. De forma online deben pedirse las pruebas radiológicas, también las analíticas de los pacientes que vienen supeditadas al diagnóstico, y los tratamientos deben hacerse también online, pero luego hay guardarlos en PDF, imprimirlos y entregarlos a enfermería.
Sería ideal disponer de la tecnología que te permitiera ver la radiología, la analítica, poder hacer peticiones y poner los tratamientos a la cabecera de paciente. De momento, no hay nada de eso, y todo se resume en que tenemos que emplear mucho tiempo en hacer todo este trabajo online que, además, se retrasa porque no siempre hay ordenadores libres.
Otro inconveniente que hemos encontrado en el nuevo hospital es que los espacios de trabajo son más pequeños que los anteriores, teniendo que compartir la misma sala médicos y enfermeras, lo que supone un guirigay en las horas punta. Aunque yo veo en esto también una ventaja, ya que es una forma de encontrarnos y de establecer círculos de intersección, otrora más separados. Tampoco los diseñadores del hospital han pensado en aulas o lugares en los que poder gestionar la docencia con los residentes o con los alumnos.
Lo que estamos viviendo con la apertura del nuevo hospital es un momento único e irrepetible que tenemos que disfrutar al máximo, y seguro que todo va a mejorar con el tiempo, pero no deberíamos perder la oportunidad de seguir adaptando la tecnología si queremos ser realmente un hospital del siglo XXI.
Gloria Alonso.