He recibido un mensaje de una de mis antiguas residentes, una excelente médica de Familia, entusiasta, competente y mejor persona. Me decía, con desencanto, que le habían comunicado, por correo electrónico, el cese en la plaza que ocupaba, como consecuencia de la resolución del concurso de traslados.
No es que no supiera que esa circunstancia fuera a ocurrir, lo sabía de sobra; lo que le molestó fueron las formas. Por ejemplo, podrían habérselo comunicado con una llamada de teléfono, que hubiera dado mas humanidad al hecho, dando las gracias por el buen trabajo realizado y esperando contar con ella en el futuro (circunstancia que se va a dar, puesto que la van a necesitar).
Conozco, por desgracia, muchas más anécdotas al respecto, como la de un compañero a quien, después de 40 años de ejercicio, su única despedida fue una llamada de teléfono (esta vez sí) del servicio de personal, recordándole que al día siguiente ya no tenía que ir a trabajar, que estaba jubilado.
Sin contar con el maltrato sistemático a los compañeros que forman parte de la bolsa de trabajo, a quienes avisan para ir a cubrir una vacante o una ausencia, no siempre imprevista, el mismo día que los necesitan, o a los que les dicen, después de acudir a las 8 de la mañana a trabajar, que ya no están contratados, al incorporarse el titular de la plaza ese día.
O dilatar la oferta de trabajo para sustituciones de verano hasta casi el día antes de las vacaciones, cuando nos exigen que hagamos la petición de las vacaciones de verano en el mes de abril. Esto crea una sensación de inseguridad, por no saber si te puedes ir o no de vacaciones, y a los compañeros que están esperando trabajar esos días, qué les van a ofrecer, si es que les van a ofrecer algo, y dónde. ¿A esto llaman favorecer la conciliación familiar y laboral? ¿Cómo se puede organizar la actividad asistencial si no sabemos con qué personal se puede contar?
Nuestra profesión es vocacional (en la mayoría de los casos); solo así se explica que aguantemos este maltrato por parte de la Administración. Aceptamos muchas cosas por respeto a nuestros pacientes y por consideración a nuestros compañeros. No quiero que se piense que estos actos ocurren solo en nuestra Gerencia, es habitual en el resto de nuestra Comunidad y de otras comunidades. Creo que estas actitudes no contribuyen a crear un buen clima laboral, y menos en estos tiempos que corren, con las dificultades de personal que existen y cuando se nos pide un esfuerzo añadido para solventar esta situación.
Nuestro sistema sanitario tiene muchos problemas, y es obligado realizar un replanteamiento y trasformación de su funcionamiento. Pero su fortaleza mayor son sus profesionales. No podemos permitirnos que estos se quemen.
Necesitamos que se humanice el trato al personal laboral; que se reconozca el esfuerzo que se hace; que se le haga partícipe de los cambios que se quieren implantar; que haya más contacto con los equipos, contacto personal, que permita recoger el pensamiento, las ideas y las quejas que tenemos, para poder buscar soluciones entre todos. Si hubiera un cambio de actitud real y sincero, seguro que muchos estaríamos dispuestos a colaborar en intentar mejorar nuestro sistema sanitario.
Luz María Martínez