Un debate difícil, incómodo y posiblemente poco correcto políticamente, pero tendrá que abrirse. Me refiero a las diferencias, cada vez más profundas, que van apareciendo entre los diecisiete Servicios Regionales de Salud. Si bien el SNS se pensó como la suma de esos SRS, en coherencia con un Estado de las autonomías y con espíritu de acercamiento del servicio al ciudadano, el paso de los años va poniendo de manifiesto elementos no previstos o no bien calculados.
No se trata de abrir repentinamente el debate de si la transferencia de la sanidad ha sido un éxito y de las alternativas a la situación actual. Es pronto, no está maduro el proceso, y posiblemente no es momento oportuno, pero sí avisamos que la discusión se abrirá y posiblemente de forma virulenta si no se aborda el desequilibrio.
El desarrollo diverso de cada uno de los SRS va produciendo distorsiones; tanto sobre los profesionales (se va ampliando la brecha de las diferencias y no sólo las salariales), como sobre la gestión (cada vez fórmulas más diversas y heterodoxas); y cómo no, desde el punto de vista económico y de eficiencia, en este sentido la disparidad es inquietante. Pero donde resulta más preocupante el desequilibrio es en los aspectos de equidad para la población.
La ruptura de la equidad, en cuanto a fractura en la igualdad en el acceso, en las pretensiones, y en los servicios, va creando diferencias notorias, percibidas por la población y generadoras de problemas entre comunidades.
Hablar de desequilibrios en la financiación sin abordar estos conceptos, resulta poco serio. Por otro lado, para poder evaluar adecuadamente los distintos SRS sería preciso disponer de un amplio bloque de información sanitaria y de resultados del que también se carece, o de existir, se trata de datos muchas veces no comparables por emplear étnicas, definiciones o medidas incompatibles entre sí. Otro importante punto débil: la ausencia de un sistema nacional de información riguroso y fiable.
Por lo dicho, que no es sino un pálido apunte del debate pendiente, de no armonizarse el SNS, más pronto que tarde lo que se cuestionará será la existencia misma de su actual organización.
No se trata de abrir repentinamente el debate de si la transferencia de la sanidad ha sido un éxito y de las alternativas a la situación actual. Es pronto, no está maduro el proceso, y posiblemente no es momento oportuno, pero sí avisamos que la discusión se abrirá y posiblemente de forma virulenta si no se aborda el desequilibrio.
El desarrollo diverso de cada uno de los SRS va produciendo distorsiones; tanto sobre los profesionales (se va ampliando la brecha de las diferencias y no sólo las salariales), como sobre la gestión (cada vez fórmulas más diversas y heterodoxas); y cómo no, desde el punto de vista económico y de eficiencia, en este sentido la disparidad es inquietante. Pero donde resulta más preocupante el desequilibrio es en los aspectos de equidad para la población.
La ruptura de la equidad, en cuanto a fractura en la igualdad en el acceso, en las pretensiones, y en los servicios, va creando diferencias notorias, percibidas por la población y generadoras de problemas entre comunidades.
Hablar de desequilibrios en la financiación sin abordar estos conceptos, resulta poco serio. Por otro lado, para poder evaluar adecuadamente los distintos SRS sería preciso disponer de un amplio bloque de información sanitaria y de resultados del que también se carece, o de existir, se trata de datos muchas veces no comparables por emplear étnicas, definiciones o medidas incompatibles entre sí. Otro importante punto débil: la ausencia de un sistema nacional de información riguroso y fiable.
Por lo dicho, que no es sino un pálido apunte del debate pendiente, de no armonizarse el SNS, más pronto que tarde lo que se cuestionará será la existencia misma de su actual organización.
Miguel González Hierro.
Publicado en «El Adelanto», 17 Mayo 2008