Si el lector estuviera interesado en conocer un poco más sobre lo que significa la calidad de la atención sanitaria, puede visitar excelentes páginas webs. Podría comenzar en la del Instituto de Salud CarlosIII (www.isciii.es) y engolfarse en los enlaces que alli se proponen a otras páginas nacionales e internacionales.
Le llamaría la atención, seguramente, que este asunto es objeto de investigación, de un modo similar al tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer, por ejemplo. Es decir, se indaga sobre cuales son las estrategias que han demostrado mejorar los servicios sanitarios, de modo que las que se implementen, tengan ellas mismas la calidad que propugnan, no sean dogmas irrefutables, modas organizativas o coartadas para el medro de otros intereses.
Existe suficiente literatura científica que ha demostrado y corroborado desde hace ya bastantes años, qué programas y políticas de mejora funcionan y cuales son figurín de escaparate.
Una revisión de junio de este año de Ian Scott, profesor de la Universidad de Brisbane en Australia, concluye una vez más, que son las estrategias basadas en los profesionales y en los pacientes las que funcionan y lo hacen muy poco o no han demostrado efectividad, las basadas en cambios en los modelos internos de gestión.
Así , por ejemplo, es eficaz la vieja sesión clínica centrada en los casos que el equipo sanitario atiende y no tiene eficacia probada la gestión por procesos clínicos u otras innovaciones «aparentes» que se venden como el «no va más».
Ocurre que lo eficaz, además, es sencillo de instaurar, aceptable por profesionalesy pacientes, barato y se administra sin grandes costes.
Quizá por ello, no se aplican y quizá también, por no aplicarse, es tan paupérrima la calidad de las políticas de calidad y así, después de tantos tumbos de programas de mejora, institutos para la excelencia, calidad total y un largo etcétera, nuestros gestores sanitarios han vuelto a transformar, con una calidad encomiable, los centros de salud en ambulatorios. ¡Eureka!