En este momento hay una gran preocupación entre los ciudadanos españoles en general, y los sanitarios en particular, por la prevista jubilación de numerosísimos médicos de Familia en los próximos tres a cinco años. Dudo que a la Administración le preocupe de igual modo.
Desde luego, no lo hizo en el pasado, cuando era perfectamente posible corregir este hecho introduciendo mecanismos para que el cambio generacional de médicos fuera tranquilo, fluido, sin crear desasistencia e, incluso, para que fuera enriquecedor.
Se pudo realizar así, y desde las sociedades científicas se avisó, haciendo que la llegada de jóvenes médicos a los centros de salud fuera paulatina, evitando el envejecimiento de la plantilla con la alternancia de personas y con el adecuado intercambio de capacidades: nuevas habilidades y conocimientos, junto a gran experiencia clínica y organizativa. Hubiera rozado la perfección.
Ahora estamos en esta situación… y, asustada, la Administración dice no contar con médicos de Familia para cubrir las necesidades asistenciales. ¿Está realmente asustada o ve otra oportunidad de mejorar las carteras de los seguros médicos privados? Es interesante anotar, a este respecto, que algunos de los médicos de Familia jubilados en el sistema público están ahora prestando sus servicios en compañías privadas de servicios sanitarios. Haga usted su propia lectura.
Decía que la Administración estaba asustada, difunde la idea de que los servicios sanitarios públicos no van a ser los deseados, porque no hay médicos de Familia, quedarán plazas sin cubrir, quienes estén en ejercicio tendrán que pasar dobles consultas y otras, simplemente, se cerrarán. Esto se admite como verdad absoluta y, sin embargo, no lo es.
Se lo voy a intentar explicar de la única forma en que yo sé, con mi experiencia diaria y con los datos que tengo, que son los de mi consulta; entre otras cosas, porque el oscurantismo de la Administración sanitaria me impide tener datos generales. Pero el íntimo convencimiento de que en todas las consultas de Medicina de Familia (al menos en Castilla y León) ocurre lo mismo, o algo muy similar, hace que me atreva a exponer las cosas desde este punto de vista.
Todos los días dedico más del 50% del tiempo a tareas burocráticas, prescindibles algunas y simplificables la mayoría:
Partes de baja en procesos graves y/o prolongados que hay que emitir y recoger en el centro de salud manualmente, de forma periódica e inútil, porque, además, hay que imprimirlos, cuando podrían ser visualizados de forma electrónica por los servicios administrativos sin molestar al paciente o a su familia, pero que requieren una nueva cita por un método asimismo complicado.
La realización de facturas para la farmacia (más conocidas como recetas) que requieren ser visadas por el Servicio de Inspección y después ser impresas una a una por el médico de Familia y recogidas ineludiblemente en el centro de salud por los pacientes. Se trata de productos utilizados generalmente por personas con alto grado de dependencia (medicamentos antiagregantes, absorbentes, espesantes de comida, medicación sedante…), cuidados por familiares que, «como nada tienen que hacer… entretienen así su tiempo».
Documentación para MUFACE u otras mutuas que, a las dificultades generales, añaden la de utilizar sus propias e inútiles hojas para las recetas de la farmacia o para los partes de baja que no es posible imprimir desde Medora (sistema informático de la Atención Primaria de salud de la Junta de Castilla y León, culpable de muchos de los problemas en la consulta diaria). Y así un largo etcétera…
En segundo lugar, la desconfianza de la Administración sanitaria hacia sus propios médicos de Familia o la desidia al organizar el escenario en que estos desarrollan su tarea. Puedo contarles mi experiencia de la última semana:
Un primer caso. Recibimos una llamada telefónica desde un servicio hospitalario para decirnos que una prueba diagnóstica que hemos precisado solicitar para un paciente ante la presencia de determinados datos clínicos no la harán, pues el médico de Familia no la puede solicitar… sólo lo puede hacer un especialista (sólo una vez explicaré que soy especialista en MEDICINA DE FAMILIA Y COMUNITARIA tras aprobar el examen MIR, realizar el correspondiente periodo de residencia de acuerdo a la normativa del Ministerio de Sanidad y la Unión Europea y ejerzo en mi centro de salud sólo después de obtener la plaza por oposición, sin diferencia con un médico del hospital).
Segundo caso. Paciente muy anciano en tratamiento con oxígeno en domicilio y que se beneficia muchísimo de la realización de aerosoles. La empresa que distribuye el oxígeno sanitario indica que hay que solicitar un determinado aparato para los aerosoles. Desde mi consulta, realizo el oportuno informe, de acuerdo a los protocolos de actuación establecidos con el servicio de Neumología, pero la empresa no acepta esos informes, pues no están emitidos por un «especialista». No es necesario que repita las explicaciones anteriores.
Tercer caso. Tengo que hacer una interconsulta y enviar al paciente a un servicio hospitalario (lista de espera, tiempo del paciente, tiempo del médico hospitalario, mi tiempo…) para realizar un informe a fin de que le financien una determinada prestación sanitaria que requiere de forma periódica desde su nacimiento, hace más de 50 años. Atiendo al paciente desde hace más de 30 años y, como a los anteriores, le conozco detalladamente, sus problemas, sus necesidades, pero yo no puedo hacer el informe ¡¡tiene que ser un «especialista»!!
Si descargásemos al médico de Familia de tareas burocráticas y le diéramos verdaderamente la capacidad de gestionar las cuestiones de la salud de sus pacientes, ganaríamos tiempo, unas veces per se y otras, porque la capacidad de resolución de las cuestiones planteadas haría que, en lo que ahora se tarda días y se logra tras muchos paseos, llamadas de teléfono, uso de redes no oficiales de colaboración…. (todos tenemos un compañero del hospital a quien podemos llamar-molestar en sus quehaceres para que nos firme tal o cual informe), se hiciera en unos breves minutos y altos estándares de calidad (lo hace quien conoce al paciente y sus necesidades). Después, mediante el análisis electrónico de las facturas de farmacia realizadas, la inspección de los informes de prestaciones hechos, etc., se mantendría, como en cualquier empresa, el análisis y el control de calidad de las tareas realizadas.
Déjennos trabajar y atender a nuestros paciente sin marearles ni frustrarles, que así nada se obtiene, salvo crear inequidades y promover el clientelismo. ¿O es esto lo que se quiere mantener?
Es necesario que, en el centro de salud y en el sistema sanitario en general, cada uno realice su tareas y, para eso, el personal administrativo tiene que acoger a los pacientes, acompañarlos en el uso del sistema, citarlos en su caso o escribir documentos. Esa no es tarea de los médicos o del personal de Enfermería. De forma simplista, el tiempo de auscultar a una persona no se puede utilizar para hacer facturas a la farmacia…; el tiempo empleado por un administrativo en atender a un anciano que oye mal y renovarle la tarjeta electrónica no se puede emplear para abrir cajas en un almacén; el tiempo que un auxiliar de clínica debe emplear en colocar el almacén adecuadamente para que todo esté dispuesto no se puede invertir en arreglar puertas estropeadas.
Sr. consejero de Sanidad de Castilla y León de próxima incorporación, hay que abordar la organización de los servicios sanitarios sin demora, y eso quiere decir unos pocos meses. Eliminar tareas inútiles y adecuar la realización de las necesarias.
Y todo ello creo que lo puede usted lograr apoyándose en los trabajadores de los centros de salud de Castilla y León. Pregúnteles a ellos, a todos, organice grupos de trabajo que elaboren propuestas y verá que, al igual que en la década de los ochenta en la Comunidad Autónoma de Castilla y León se diseñó y se llevó a efecto la Reforma de la Atención Primaria que luego se extendería a toda España, ahora lo podemos volver a hacer, con nuestro conocimiento, imaginación, voluntad y valentía. Estamos a tiempo.