Ante el comunicado a la prensa del Consejo de Colegios de Médicos de Castilla y León sobre «la grave problemática» que supone «la feminización de la profesión», nos vemos en la necesidad de señalar a la opinión pública sus peligrosas implicaciones.
El órgano máximo de representación de la profesión médica en Castilla y León ha puesto números a una realidad que desde hace tiempo se ve a ojo desnudo: hay más médicas que médicos, y esto es más llamativo entre las generaciones más jóvenes. Nada que objetar a su estudio demográfico. La sorpresa mayúscula ha venido de la valoración que los miembros del Consejo hacen de este hecho, al que califican de «problema».
Sus conclusiones son extraídas de un «estudio demográfico de los médicos de Castilla y León», impulsado por el mismo organismo, que desglosa a los profesionales por edad y género. De este desglose resulta que el número de médicas ha ido aumentando a lo largo de los años: en la franja de mayores de 55 años, solo el 47,2% son mujeres y en la franja de menores de 35 años hay un 68,7%.
No hay estadísticas de bajas, ni por enfermedad ni por maternidad, ni por edad ni por género. Pero, a pesar de este déficit en los datos, el Consejo de Colegios de Médicos concluye que es «imprescindible prever el impacto de bajas/reducciones de jornada durante periodos de embarazo y lactancia para no afectar a la prestación de servicios y a la calidad en la asistencia».
La foto de Consejo General, en la que solo hay hombres, no tiene nada que ver con «la foto» estadística de la profesión a la que dicen representar, en la que mayoritariamente hay mujeres y también hombres de patrones muy diversos. El sesgo ideológico que deja traslucir en ésta y en otras valoraciones no corresponde a la diversidad a la que dice representar.
Las mujeres de esta profesión, igual que los hombres, se preparan duramente desde casi su infancia para poder acceder y completar los estudios de Medicina; se machacan un año para el examen del MIR, soportan los años de la especialización, que en algunos hospitales y especialidades se aleja de la formación para convertirse en jornadas sobrehumanas de trabajo a destajo. Y por fin llegan a puerto, que consiste en contratos basura para jóvenes altamente cualificadas, como mínimo, igual que sus compañeros varones, aquellos que han estado dispuestos a recorrer este mismo larguísimo y dificultoso camino.
Las mujeres médicas, igual que los hombres médicos, se ven en dificultades para tener una familia, pues las condiciones no se lo ponen fácil, pero en régimen de igualdad de derechos, las bajas van a corresponder a las dos personas que decidan aportar descendencia a la sociedad; por tanto, la feminización tampoco debería verse como un problema en este terreno.
Este mensaje, así redactado, podría sugerir que las mujeres son culpables en parte del deterioro asistencial, y puede constituir una excusa para entorpecer y obstaculizar su desarrollo profesional, un hecho muy grave, teniendo en cuenta que procede de un colegio profesional que, teóricamente, defiende a sus colegiad@s.
La Medicina ha sido, es y será una profesión que merece y necesita recuperar el lugar que le corresponde en la sociedad en relación al valor que le devuelve, y esto, evidentemente, no tiene nada que ver con el género de quien se ha preparado para ejercerla.
ADSP Salamanca