Asociación para la defensa de la sanidad pública

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Solo una minoría, y exigua, no defiende, abiertamente al menos, la existencia de un sistema público de atención a las necesidades sanitarias en nuestro país

Así, si partimos de que la gran mayoría de los ciudadanos, partidos, instituciones, grupos de opinión y de presión defienden la existencia del SNS, no debería haber obstáculos para que éste fuera cada día más fuerte, más eficiente y ofreciera unos niveles de calidad más elevados a los pacientes.

Algo falla, claro.

Sin entrar en juicios de intenciones, pues no sería ni ético ni útil, lo que se aprecia de entrada es que, aunque la verbalización de la defensa del sistema público sea uniforme, no lo son tanto las propuestas, y mucho menos las acciones de los diversos agentes.

Así, una defensa nominal de lo público, pero acompañada de propuestas o actuaciones que empeoren su eficiencia, acaba ocasionando un perjuicio al SNS, a sus usuarios y, en definitiva, degradando el sistema. De ahí a verse fortalecida la provisión privada de asistencia sanitaria solo hay un paso.

En estos casos, nos encontraríamos ante una especie de oxímoron ideológico al defender el sistema público, pero potenciando el privado.

Dejando de lado aquellos grupos que, proclamando defender lo público, van adoptando decisiones que contribuyen conscientemente a deteriorar el sistema público de salud, aspirando a derivar la parte lucrativa del negocio de la salud a la privada, me centraré en la parte de la sociedad que defiende honradamente el SNS.

La reflexión que me planteo y planteo es si los efectos que puedan tener las propuestas, posiciones y acciones de gentes y organizaciones que, defendiendo ardiente y honestamente el servicio de salud público, no contribuyen a mejorarlo, o directamente contribuyen a su deterioro, son efectivamente un apoyo al mismo. ¿Serían esas posturas una defensa de la cosa pública? ¿O serían un excelente e inopinado aliado de quienes quieren deteriorarlo?

Y no me resisto a una pequeña digresión sobre la inacción. La falta de adopción de medidas de mejora constantes, en cualquier organización, es garantía del deterioro de la misma. La inacción es la causa más frecuente del fracaso de las organizaciones. Si el debate se alarga y las medidas correctoras no llegan, es inacción. Activa o pasiva, tanto da. Y aseguran el decaimiento de la organización.

  • Un sistema de igual o mejor calidad que el privado, que atienda a las personas con cariño, como si fuese un paciente único, y sin demoras injustificadas.
  • Un sistema donde la investigación sea puntera y parte habitual de su cometido, donde el nivel científico sea una referencia, y la innovación, práctica diaria.
  • Un sistema donde se atienda a las personas por sí mismas, al margen de a quien conozcan, de sus contactos personales, su nivel socioeconómico, su procedencia o su residencia.
  • Un sistema amable, ágil, eficiente, con recursos financieros suficientes y que no malgaste en acciones ineficaces, procedimientos inadecuados o gestión escasamente profesional.
  • Un sistema que, atendiendo en los términos citados la enfermedad, prime la prevención, la educación, la promoción de la salud y los hábitos de vida saludables, que crea profundamente en que la mejor medicina es aquella que evita perder la salud.
  • Un sistema donde se trabaje en equipo, coordinándose los distintos niveles asistenciales, donde se valore a la persona de forma integral, contemplando todas las facetas de su vida.
  • Un sistema orientado a producir salud y no beneficio económico, y que no sirva de plataforma para promocionarse los profesionales sanitarios en su ejercicio privado. Donde sus trabajadores se dediquen en cuerpo y alma a la cosa pública, sus condiciones laborales sean idóneas y defiendan férreamente su empresa.

En fin, creo que queda clara la orientación del sistema público de salud que defiendo y anhelo. Ello puede mover a la reflexión de qué posturas, acciones o inacciones pueden atentar contra este modelo —idílico, si se quiere— de sistema nacional de salud. Y puede ser una buena aguja de marear para conocer la honestidad, eficacia y objetivos de muchas posiciones sobre el tema. Muchas de salón.

Para acabar, recoger una frase que me dio que pensar. Es de un actor, conocido y encuadrado en el ámbito denominado progresista: “Es muy difícil defender un sistema público que no funciona”.

Ahí está la cuestión, cosa pública: sí. Y que funcione satisfactoriamente. Y ese es el reto.

Miguel González HIerro

Publicado en Salud a Diario

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