La crisis económica es una amenaza para la salud y ello debido al empobrecimiento de amplias capas de la sociedad y el incremento de las desigualdades sociales que provoca. Los más pobres y los más bajos en la escala social enferman más (depresiones, enfermedades crónicas, toxicomanías…) y esto es algo demostrado y sobre lo cual se ha escrito recientemente, también en estas columnas. Pero la crisis también afecta al sistema sanitario, al público y al privado y de forma preferente a las peligrosas relaciones que se establecen entre ellos. Para empezar la sanidad pública ahorra en inversión en lo menos urgente, que no es lo menos importante, así en políticas de salud o prevención, precisamente las más necesarias para los más necesitados.
Aparentemente el sector privado debería ser el más afectado por la crisis: si no hay dinero, no se recurre al médico de pago, sobre todo porque mayoritariamente la población recurre a éstos para enfermedades o problemas menores y además los conciertos con la sanidad pública de lo que viven muchos centros privados tenderán a disminuir; pero a la larga el sector privado puede ser el gran beneficiario y ello debido al deterioro que puede sufrir la sanidad pública por la falta de inversión y la mayor insatisfacción de los profesionales, ahora peor pagados y asumiendo más trabajo. Además la Administración puede aprovechar la situación de déficit para introducir mecanismos recaudatorios, tan fáciles de instaurar como inservibles e insolidarios y así se entiende el famoso copago, cuyas ventajas nadie ha podido demostrar.
Hay otro aspecto interesante, algunos gobiernos de CCAA, de forma preferente los de Madrid y Valencia, pero también los de nuestra Comunidad (Hospital de Burgos) se han embarcado en proyectos de nuevos hospitales por el sistema de Iniciativa de Financiación Privada, con lo cual parte de su presupuesto está ya comprometido por años con las empresas que han asumido el encargo, quedando así sin capacidad de maniobra y sin dinero para el sistema público en el momento más necesario.
Aurelio Fuertes. El Adelanto 31 agosto 2010