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Dos noticias, a mi modo de ver significativas, han tenido una vida efímera y se han subsumido en el resto de la abundante hojarasca in-formativa cotidiana. La primera, de hace algún tiempo, informaba de un estudio que realizó el Consejo Interterritorial y el que participó el profesor Álvarez Guisasola, actual Consejero de Sanidad: únicamente el 19% de los encuestados en esta comunidad autónoma manifestaron que la asistencia sanitaria había mejorado transcurridos más de seis años de ser transferida su gestión desde el gobierno central (INSALUD) al autonómico; un resultado menguado a pesar del enorme crecimiento habido del staff burocrático. La segunda, más reciente, aludía a los trabajadores que se les permite elegir entre las dos opciones de atención sanitaria del sistema público de salud: los funcionarios del estado pertenecientes a distintas mutualidades (por ejemplo: MUFACE): entre el 75% y el 20% optaban por la asistencia en centros concertados por distintas compañías en vez de en centros públicos.

A mi juicio ambos resultados comparten denominadores comunes: la calidad percibida se ha visto alterada desfavorablemente con la gestión de la atención sanitaria por el gobierno autonómico (algo común por otra parte a la mayoría de las comunidades autónomas); además, tampoco se han modificado en la atención pública ciertas características vividas como buenas en el modelo concertado.

Está de más discutir si la calidad técnica medida con indicadores homologados y validados internacionalmente es mejor en uno u en otro modelo asistencial porque carecemos de información significativa, contrastada y metodológicamente fiable con respecto al modelo concertado; cuestión, en mi opinión, que sí es responsabilidad de la gestores sanitarios: inspeccionar, recopilar, analizar e informar. Sabemos que la calidad técnica del sistema público es, en términos generales buena, con áreas manifiestamente mejorables y otras que rozan la excelencia; pero esa no es la cuestión. Lo que muestran las noticias citadas al principio es una contradicción con las encuestas de satisfacción que periódicamente se publican, a lo mejor más fanfarria que realidad, que con una calidad percibida como mucho igual a la prestada por el INSALUD es menos eficiente por el incremento de unidades no directamente operativas; que la atención pública no contempla aspectos considerados trascendentes por los ciudadanos como lo hacen otros proveedores de atención sanitaria. Quizás deberíamos pintar los ambulatorios, cambiar sus persianas y tener un mobiliario adecuado y con cierta capacidad de representación antes de meternos en otras profundidades.

José Manuel Iglesias. El Adelanto 4 diciembre 2010

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