La proximidad de la celebración del Día Mundial del Sida provoca en mi interior dos sentimientos contrapuestos: uno de desazón porque la pandemia sigue ahí con toda su virulencia, el otro de tranquilidad porque la sociedad, a pesar de todo, no lo olvida y prueba de ello es esta celebración. La realidad es estremecedora, más de 20 millones de personas han muerto por Sida en el mundo y ahora mismo hay más de 40 millones de afectados por el virus causante de la enfermedad. Más del 70% están en el Africa subsahariana, donde hay ciudades con un 20% de la población infectada y donde no existen medios para su tratamiento. Es una trágica llamada de conciencia a toda la población occidental y a sus gobernantes.
En nuestro país las cosas están mejor desde la introducción de los tratamientos de gran actividad. A pesar de ello el Sida es un grave problema: hay muchos infectados sin diagnosticar, pacientes marginados sociales que por una u otra causa no acceden a los fármacos, efectos secundarios graves de estos medicamentos y sobre todo persiste el estigma social. Un punto de mejora en este año ha sido la marcha atrás del gobierno sobre la normativa que implantó en el 2000 y que dejó sin pensión no contributiva a más de 2000 infectados, aprovechando que estaban clínicamente mejor gracias a los medicamentos y teóricamente podían trabajar. La realidad ha demostrado que no era así y que no se valoraban otros aspectos como problemas psicosociales que afectaban a un número considerable de estos enfermos. Ahora esto se tendrá en cuenta y también la situación inmunológica del paciente y su posible coinfección con otro virus con vía de transmisión similar, el de la hepatitis C. Un triunfo de la Coordinadora Estatal de VIH/sida.
Aurelio Fuertes. El Adelanto 29 Noviembre 2003