A veces los efectos de políticas erróneas y de recortes en servicios básicos no se visualizan en un primer momento, pero siempre acaban por salir a flote. Está ocurriendo con el grave incumplimiento de plazos en la construcción del nuevo hospital de Salamanca, del que ya nadie apuesta para cuándo será su finalización o ni siquiera si algún día será realidad. Lo que se planteó como una novedad ilusionante ha acabado por ser una gran decepción. Lo que queda es un hospital demasiado viejo, en el que se ven las grietas por todas partes (y no solo las de su estructura) y ya ni siquiera nos premian con el Top 20 para enmascarar las carencias.
La estructura está vieja, muy deteriorada y no es en absoluto funcional. La circulación de pacientes y familiares en las mañanas es agobiante y lo son, de forma especial, las salas de espera. No quedan zonas libres donde instalar nuevas Unidades Médicas con un grado suficiente de dignidad y las salas de reuniones se han reducido de tal manera que hay que reservarlas con semanas de antelación.
El problema lo es también de equipamiento. Los recortes empiezan a hacer mella y los equipos de diagnóstico médico se quedan obsoletos, mientras las promesas de nuevas tecnologías no llegan. Pero además nos hemos convertido en uno de los pocos hospitales de España donde aún no hay historia clínica electrónica, lo que dificulta enormemente el trabajo diario y la comunicación entre servicios. La relación con la Atención Primaria, que podría facilitarse con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sigue siendo casi inexistente y el paciente cuando viene al hospital percibe acertadamente que lo están atendiendo en un estrato diferente, ni mejor ni peor, pero lejos de la percepción de continuidad asistencial, tan proclamada y tan necesaria.
El personal humano se ha reducido de forma notable, la reposición tras las obligadas jubilaciones no llega al 50% y son excepcionales las sustituciones por enfermedad o vacaciones. El resultado es que los sanitarios están sobrecargados y ello repercute en la calidad asistencial y ocasiona un incremento en las listas de espera, que en algunos servicios para primeras consultas y en determinadas exploraciones, son ya de todo punto inaceptables. Hay una estrategia para esconder esta situación y es la de cerrar las agendas, lo que además acarrea un grave problema de transparencia que a nadie parece importar.
La sensación de que las cosas no van bien se percibe entre el personal sanitario; pero hay otras muestras de deterioro que deberían analizarse. Por ejemplo los resultados de la elección de hospital de los últimos MIR, el primero en elegir Salamanca fue el número 504 y solo 15 lo hicieron entre los primeros 1750. Estos resultados son una prueba de cómo ven el hospital actual los alumnos que han realizado sus prácticas en el mismo – son muy conscientes de que quieren algo mejor – y de la información que sobre el hospital tienen los que han estudiado fuera.
Aunque la mayor responsabilidad del deterioro del hospital corresponde sin duda al Sacyl, también hay que denunciar la actitud de los responsables intermedios, que parecen haberse acostumbrado a esta realidad y no exigen los cambios pertinentes, al menos de la parcela que está bajo su responsabilidad. Y no podemos soslayar la responsabilidad de todos, porque todos debemos exigir las mejores condiciones para realizar nuestras funciones y el derecho a una sanidad pública de calidad.
A menudo se escucha en los pasillos que el hospital está en caída libre. Es responsabilidad de todos – administración, sanitarios y también ciudadanos – no dejarlo caer.
Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública
Publicado en El Norte de Castilla ed, Salamanca el 7 de junio 2014