El Poder, siempre el poder. Aspiración de muchos grupos y personas y explicación de muchas conductas.
El esquema de poder en la sanidad supongo, que en el fondo es similar al de cualquier otro ámbito de la vida. Sin embargo, en una organización compleja, muy compleja, como es la sanidad, y donde confluyen tres aspectos, y muy potentes los tres: el enfoque puramente sanitario, el esquema político, y su tratamiento como una poderosa estructura económica, las relaciones de poder también son complejas.
Aunque por arduas que sean, lo que señalan todos los análisis, sea cual sea la óptica desde la que se afronte la cuestión, es que el mayor poder efectivo en el sistema sanitario lo tienen los médicos.
Seguidos de los gestores, de los políticos y de las empresas tecnológicas.
Y adivinen quien ostenta menor poder en las organizaciones sanitarias, en las públicas también desgraciadamente…. Seguramente ya lo han intuido de mis palabras: el paciente y el ciudadano.
Es la paradoja de las sociedades modernas y llamadas democráticas, todo se decide votando, el poder del pueblo, un hombre un voto… pero finalmente se acaba hurtando el poder efectivo de decisión a las masas, al pueblo, a los ciudadanos.
En el ámbito sanitario, el poder del médico tiene dos orígenes, por una parte poseen el “conocimiento”, y esto les hace incuestionables en su papel. Por otro, son los agentes que aplican en último extremo las decisiones, acordes o no a las políticas decididas por los gestores.
En momentos de discusión –como el actual- sobre el futuro del sistema sanitario, sobre la adopción de decisiones sobre aspectos cruciales: la financiación, la organización, el alcance de las prestaciones, la efectividad del sistema, el papel a desempeñar por cada uno de sus actores… es cuando queda más en evidencia que hay que devolver –o dárselo por primera vez- un papel protagonista a la sociedad, a los ciudadanos. Son estos los únicos que finalmente legitimarán la pervivencia del sistema sanitario público si están reconocidos como elementos decisivos. Si no, el desencuentro continuará hasta el divorcio. Al tiempo.
Salamanca, 12 de marzo de 2015