Escribo este artículo el día 28 de abril, antes de votar y, por tanto, antes de saber los resultados de las elecciones generales. Cuando lo lea usted ya habrá votado, o se habrá abstenido, según gustos. Habrá ganadores y perdedores, y en las próximas semanas se va a configurar un Gobierno de cuyas decisiones va a depender nuestro futuro, también el del sistema sanitario público y la asistencia que va usted a recibir en los próximos años.
Si rebobinamos, nunca es tarde para ello, y nos paramos a analizar el peso de la asistencia sanitaria en los programas de los distintos partidos, en los debates, en los mítines, observaremos que, más allá de unas declaraciones genéricas referidas al estado de bienestar y a la asistencia sanitaria, la Sanidad ha tenido muy poco peso en la campaña.
Sin duda ha tenido mayor peso en los programas de los partidos de izquierdas; mayor cuanto más a la izquierda está el correspondiente partido: mayor compromiso con la Sanidad pública y mayor reconocimiento a los profesionales. Mucho menos presente ha estado, en algunos casos directamente ausente, entre los partidos de la derecha. Posiblemente porque su modelo «liberal», basado en la privatización de los recursos públicos, no les resulta rentable exponerlo en la campaña, aunque lo tengan claro y lo vengan practicando desde hace mucho tiempo.
Pero, a la hora de la concreción, no se ha hablado del reducido porcentaje del PIB que España invierte en Sanidad y que es necesario aumentar para evitar el colapso del sistema, nada acerca del estado de numerosos hospitales y centros de salud, de la carencia de recursos tecnológicos, profesionales y humanos. Tampoco de las consecuencias que todo ello tiene para los pacientes en forma de listas de espera, pérdida de calidad asistencial o copago farmacéutico, ni para los profesionales, con sueldos bajos, contratos precarios y con el síndrome de burnout. Tampoco de la huida de los jóvenes (aunque sobradamente preparados) a otros países donde son bien recibidos por su excelente formación, o a la medicina privada, que utiliza profesionales cuya formación ha pagado la pública.
Si eso ha sucedido a nivel general, pensar que en cada provincia los candidatos incluyeran referencias a los principales problemas sanitarios que nos afectan habría sido mucho pedir. En Salamanca, por ejemplo, pedirles su opinión acerca del estado de la Atención Primaria o el retraso en la apertura del nuevo hospital.
Es posible que alguno de ustedes piense que la Sanidad es una competencia transferida y, por tanto, no tenía mucho sentido que formara parte del debate en unas elecciones generales. Aun discrepando, y teniendo en cuenta que en breve comienza otra campaña electoral para elegir los gobiernos autonómicos, de los que depende directamente la asistencia sanitaria que usted y yo vamos a recibir, y visto que los problemas diarios tienen poco sitio en los programas, los ciudadanos deberíamos ir elaborando la lista de problemas sanitarios que nos afectan para ver cuántos de ellos tienen cabida en los programas electorales de los partidos y qué soluciones proponen. A lo mejor esa reflexión nos podría ayudar a decidir mejor nuestro voto. Ya saben: vean, comparen y si encuentran algo mejor ¡vótelo! Pero a la hora de votar, piense en la Sanidad.
Miguel Barrueco