Resulta chocante que en España, con la excelente y cualificada enseñanza de postgrado que se imparte en nuestros hospitales públicos, no se consiga en el pregrado. Es absolutamente necesario que el alumno de medicina aprenda actitudes, es decir, «saber hacer».
De la deficiente enseñanza práctica se echa la culpa en unas ocasiones a los planes de estudio, en otras a las autoridades académicas o a los profesores y casi nunca a los alumnos pero cada uno tiene su parte de culpa.
Hasta ahora, los planes de estudio no contemplaban un periodo de prácticas hospitalarias durante el que los alumnos, igual que lo hacen los residentes, se integrasen en el equipo de trabajo del hospital.
El pequeño rotatorio que realizarán de forma obligatoria desde el próximo curso los alumnos durante los últimos meses de licenciatura no es más que un pequeño e insuficiente parche.
Durante los cursos clínicos, los alumnos realizan prácticas en los hospitales fundamentalmente y muy pocos en los centros de salud. Los hospitales grandes, que son los que se dedican fundamentalmente a la enseñanza de pregrado y postgrado, son hospitales con alta o altísima tecnología, de la que los alumnos han de tener conocimiento pero no adiestramiento. Los alumnos de pregrado necesitan adiestramiento en las técnicas de rutina, en las de todos los días. En los hospitales grandes muchas veces ingresan casos clínicos raros que son visitados diariamente por los alumnos en prácticas con escaso provecho para éstos y demasiadas molestias para los enfermos. Los pacientes con patología banal, la de todos los días, si ingresan son dados de alta rápidamente por lógicos imperativos económicos.
Al profesor con frecuencia le falta tiempo pues tiene que compaginar la labor asistencial con la docente, a veces con una evidente sobrecarga de trabajo y con una remuneración (en el caso de los profesores asociados) que no compensa el esfuerzo. En algunos casos se origina, además, un agravio comparativo, con el profesor numerario que en ocasiones tampoco imparte prácticas y con el profesional no contratado, que se ve libre de esa labor docente, no grata y mal remunerada.
De los alumnos ya hablaremos.
Pablo de Unamuno. El Adelanto 23 Septiembre 2000