En este mes se ha presentado a los medios la figura del interlocutor policial con el objetivo de “evitar las agresiones a personal sanitario”. Sin embargo no se expone cómo esto servirá para evitar estas situaciones, sólo se menciona que se realizarán cursos de formación para que los profesionales las detecten. No se investiga por qué han aumentado las agresiones y deberíamos relacionarlas con el aumento de reclamaciones de los usuarios, ya que en 2016 se incrementaron (en Salamanca) un 46 % respecto el año anterior.
Precisamente es Salamanca la Zona de salud de la Comunidad con más reclamaciones: 154,7 reclamaciones por 10.000 usuarios, seguida, a distancia, de Valladolid con 93,2. Según los datos proporcionados por el propio Sacyl , el 19,2% están dirigidas a Atención Primaria, el 78,19% a Especializada y el 2,3% a Emergencias.
Como siempre, los políticos, en vez de analizar los posibles factores desencadenantes de los hechos y asumir sus responsabilidades, reaccionan culpabilizando a los profesionales. Pero fijémonos en los motivos: el 54,1% son sobre las listas de espera y las demoras en la asistencia, el 19,9% motivos asistenciales, el 14,2% sobre el funcionamiento de los centros y sólo el 6,1% se refiere a la relación y el trato recibido por los profesionales.
¿No sería lo lógico empezar por corregir las causas más frecuentes de reclamaciones y así disminuirían las actitudes violentas? El personal sanitario es el que primero se enfrenta a las quejas y los que aparecen como responsables, ante los usuarios, de los fallos de la institución. Y sin embargo las quejas sobre trato recibido son las que menos se reciben.
Como siempre, los órganos gestores y los políticos, en vez de analizar los posibles factores desencadenantes de los hechos y asumir sus responsabilidades, reaccionan culpabilizando a los profesionales (dicen que necesitan formación) y escogen soluciones publicitarias (¿crear un interlocutor?) en vez de soluciones eficaces (corrección del déficit de personal y de las perjudiciales listas de espera).
Esperanza González Marín