Pasaron las elecciones, y todo sigue igual, es decir no ha pasado nada. O tal vez, ha pasado todo, precisamente por eso.
Cuando se publican estas líneas ya se conozce el nombre del nuevo Consejero de Sanidad, neófito en este campo. Y otra vez a empezar, otra vez a esperar: ¿quién vendrá? ¿a quién pondrán?. Cambios arriba y cambios abajo. Es lo que pasa en los sistemas donde la gestión sanitaria no está profesionalizada; tanta libre designación tiene al sistema en vilo y a muchos en ascuas.
Aunque criticable, lo peor no es tanto puesto a la libérrima disposición de los cuestores de turno; aunque esto recuerde a sistemas primitivos y poco maduros, siempre será mejor que dar de por vida puestos bajo la cobertura de un supuesto «concurso». Pero decía, que peor que esta duda de los nombramientos en sus variados niveles, es la incertidumbre de que pasará con el sistema sanitario público, ¿hacia donde irá?.
El programa sanitario de los ganadores de las elecciones autonómicas, no se caracterizaba por definir un modelo sanitario (a decir verdad, el resto tampoco era un epítome de virtud programática), sino más bien por la definición de pequeñas, o incluso grandes, actividades, iniciativas o acciones singulares.
Esta carencia de modelo sanitario, de mantener lo que hay, sin un rumbo claro, da mayor relevancia a la reflexión inicial, ya que dependiendo de las personas, clanes o grupos que ocupen los puestos de mayor responsabilidad en Sanidad, el sistema puede derivar con mayor o menor intensidad.
Así pues, futuro siempre hay, y aunque no exista como tiempo verbal, me temo que exista como tiempo social.
Miguel González Hierro.
Publicado en «El Adelanto», 5 Julio de 2003