Hacia donde la lleven los acontecimientos o su propia inercia, esa es la política que se ha instalado en el Ministerio de Sanidad.
La legislatura empezó con buen pié, anulándose las Fundaciones, refrito legislativo infumable, de dudosa utilidad también para el PP a lo que parece. Ahora bien dicho esto, no ha tenido la Srª. Ministra más que traspiés, dedicándose a pisar todos los charcos que encuentra; los suyos y los de otros.
Pero en fin, todo esto podría ser juzgado de forma más benévola, achacándolo al carácter extrovertido y espontáneo de Dnª. Celia, si desde el Ministerio se hubiese diseñado alguna política sanitaria. Incluso políticas sanitarias con las que seguramente no estaríamos de acuerdo, serían más saludables para el sistema que este «dolce far niente».
Salvo la idea, tampoco bien concretada por los responsables de sanidad, de llevar a efecto las transferencias sanitarias a las Comunidades Autónomas pendientes, no se ha hecho ni un apunte de hacia donde se quiere que vaya el Sistema Nacional de Salud: ¿qué van a hacer con la finanaciación?, ¿con las nuevas tecnologías?, ¿qué pasa con el estatuto-marco?, ¿ con el incremento de demoras para pruebas complementarias?, ¿se piensa modificar la obsoleta organización de los hospitales?. Nada, lo dicho, ni apuntan maneras.
Los Centros de Salud y los Hospitales siguen funcionando gracias a sus profesionales y a las rutinas instaladas, pero eso, claro, no es suficiente. Si no se innova, si no estimula el sistema sanitario, se incrementarán los ciclos de deterioro.
Y lo mejor (para el Ministerio) con este panorama de inanición política, conflictividad nula. ¿Será pues acertado el no hacer nada?.
Miguel González Hierro. El Adelanto 3 febrero de 2001