Las obras del nuevo hospital de Salamanca prácticamente paralizadas, la construcción de los nuevos centros de salud del Zurguén y Prosperidad aplazada sine die, las guardias del hospital reducidas en seis servicios – por ahora -, los sueldos de los profesionales sanitarios reducidos un 5 % – de momento-, y su jornada laboral aumentada en dos horas y media a la semana que se emplearán en buena parte para reducir sustituciones; el presupuesto sanitario de Castilla y León reducido en 120 millones respecto a 2010, un 7,62 %. ¿Alguien puede pensar que todo esto no repercutirá en la calidad de la asistencia?
Por contra, las derivaciones de pacientes a clínicas privadas de Salamanca han aumentado en un 60 % en los últimos cuatro años, pasando de 961 a 1.325 y, previsiblemente, se incrementarán a partir del mes de abril cuando el Hospital de la Santísima Trinidad vuelva a recibir pacientes del Sacyl tras perder la autorización en 2011.
Si como parece es necesario reducir el déficit público, y para ello se va a meter la tijera a la sanidad pública, antes de recortar indiscriminadamente, a algunos ciudadanos no gustaría ver como se ponen también en marcha otras acciones, tales como: medidas fiscales de control del fraude, nuevos impuestos que graven la riqueza, reducción del gasto militar o, en el ámbito sanitario, evitar el uso de medicamentos innecesarios con lo que se con lo que se podrían ahorrar 1.300 millones al año, adecuada utilización de tecnologías sanitarias, otros 950 millones, reducir en un 10 % las visitas a urgencias lo que supondría 650 millones, disminuir la hospitalización innecesaria que aportaría 5.750 millones, medidas que, junto con algunas otras encaminadas a un mejor uso de los recursos, podrían suponer un ahorro de 13.000 millones, un 22 % del gasto sanitario público.
Recortar en sanidad, y en educación, es peligroso, atenta directamente contra el estado de bienestar y puede dar lugar a una desvertebración de la sociedad de consecuencias fácilmente predecibles, no precisamente halagüeñas. Hay alternativas, estamos a tiempo.
José Luis Garavís. El Adelanto 3 Marzo 2012