La Carrera Profesional (CP) en su origen fue un sistema ideado para reconocer de forma oficial los méritos alcanzados en el ejercicio médico a lo largo de los años, y en su concepción llevaba implícita la modificación del ejercicio profesional y una remuneración adicional.
La estructura de la CP se ajustaba a cuatro grados o tramos y a cada uno de ellos se accedía en función de los años de ejercicio y de los méritos contraídos durante esos años. Se trataba de introducir estímulos en una profesión en la que la promoción administrativa es muy reducida y en la que excelentes profesionales pueden jubilarse de médicos adjuntos, la misma categoría en la que comenzaron a trabajar, por muchos méritos que hayan contraído. La CP así concebida tenía como objetivo estimular entre los profesionales la inquietud por alcanzar la excelencia. El desarrollo práctico de la CP ha tenido poco que ver con el diseño inicial. Así, a los tres primeros tramos se accede prácticamente por antigüedad, y sólo el acceso al cuarto tramo parece que va a contemplar los méritos clínicos, docentes y de investigación, y no se contempla la posibilidad de que, al cambiar de tramo, se puedan modificar las condiciones de ejercicio (tiempo dedicado a la asistencia, a la docencia y a la investigación). La CP se ha convertido en un simple escalafón que lleva añadida una subida encubierta del salario en una profesión a la que se reconoce como mal remunerada.
Muchos médicos consideramos que la actual CP es una oportunidad más perdida y las sociedades científicas y profesionales plantean ya otras alternativas como el Desarrollo Profesional Continuo, dirigido a estimular en los profesionales los cambios necesarios para mejorar su competencia profesional, o dicho de otra manera, un reconocimiento del esfuerzo sistemático del médico para facilitar el cambio en su ejercicio profesional, adaptándose a las nuevas necesidades científicas y de organización que los nuevos tiempos le exigen. Ante el fracaso de los contenidos que la regulación institucional de la CP plantea, el DPC traslada al propio profesional el estímulo de cambio y mejora, y a las sociedades profesionales el reconocimiento de dicho esfuerzo.
Miguel Barrueco.
Publicado en «El Adelanto», 29 Noviembre 2008