Una queja constante entre los profesionales sanitarios es que la relación entre la atención primaria (la más próxima a los pacientes) y las especialidades (las más resolutivas en teoría) deberían ser más fluidas para mejor seguimiento de las enfermedades.
El que sea una petición antigua significa por un lado que sigue fallando y por otro que las diversas administraciones han sido incapaces de solucionar el problema.
Realmente sobre quien más repercute es sobre los pacientes y si estos padecen varias afecciones y son ancianos con las limitaciones propias de la edad, el grado de confusión puede llegar al caos. Vivir pendientes de consultas, pruebas múltiples, viajes y tratamientos en los que por la polifarmacia faltan horas al día para introducir la pastilla, gota o aerosol, debe ser agotador. ¡Como no van a estar enfermos si los angustiamos continuamente!
¿Quién decide?: el cardiólogo, el oculista, el médico de familia… ó «la hija de Madrid». Todos menos el más interesado.
Las deficiencias del sistema inciden en las personas «menos reivindicativas» y pueden crearles más problemas que la propia enfermedad.
El envejecimiento es un proceso fisiológico natural y no debe ser excusa para menoscabar la libertad de decisión de los mayores.
A veces la mejor medicina es informar y asesorar y además es la más barata.
Antonio Julián Martín.
Publicado en «El Adelanto», 28 Junio 2003