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Tomamos pastillas para el cansancio, para el estrés, para dormir, para adelgazar, para engordar …, los avances tecnológicos permiten diagnosticar enfermedades antes de que aparezcan los primeros síntomas, los expertos reducen constantemente los límites normales de colesterol, tensión arterial …, tenemos una esperanza de vida más alta que nunca y, sin embargo, estamos asistiendo a una creciente medicalización de la vida. Como escribió Aldous Husley: “la medicina ha avanzado tanto que ya nadie ésta sano”. Los autores de un artículo publicado recientemente en The New York Times, médicos de prestigio, consideran que la principal amenaza para la salud de los estadounidenses es el propio sistema sanitario que está propiciando una auténtica epidemia de diagnósticos que, inevitablemente, viene seguida de una epidemia de tratamientos. De la misma opinión es el filósofo austriaco Ivan Illich que escribe: “la búsqueda de la salud se ha convertido en el principal factor patógeno”, o el economista indio y premio Nobel Amartya Se, que demuestra que cuanto más gasta una sociedad en asistencia sanitaria, mayor es la probabilidad de que sus ciudadanos se consideren enfermos. Por su parte Ricard Meneu y Soledad Márquez, señalan que “muchas intervenciones sanitarias aportan beneficios marginales mínimos y a menudo inferiores a los riesgos o costes que suponen”. Las razones de esta medicalización son múltiples pero, merecen destacarse dos: una gestión política de los recursos sanitarios que prioriza los resultados electorales a corto plazo, en detrimento de una gestión basada en la evidencia científica, y la tremenda presión del mercado farmacéutico tanto sobre los médicos como sobre la sociedad en su conjunto.
Los médicos debemos poner un poco de sentido común en este panorama, reconociendo y explicando a los pacientes que la medicina no lo puede todo y que la enfermedad, el dolor y la muerte son parte de la vida, y los políticos, como recomienda en un artículo publicado en 2001 la revista British Medical Journal, han de contener sus promesas extravagantes y centrarse en la realidad.

 

José Luis Garavís.

Publicado en «El Adelanto», 4 agosto 2007

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