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EL DIAGNÓSTICO

Vino el paciente a consultar por unos síntomas antiguos que, por no haber sido resueltos, se habían tornado problemáticos. Aquejaba un modelo de Atención Primaria enfermo e ineficiente. A la exploración física, destacaba la existencia de dos subsistemas diferenciados. En el número 1 tenemos profesionales que prestan servicios de consulta ordinaria; la Atención Primaria como la venimos conociendo.

En la mayor parte de los casos (salvo en algunas zonas urbanas) también hacen guardias (tres, cuatro o cinco al mes): soportan cargas horarias abultadas y ganan salarios abultados. Estos profesionales tienen, en general, gran pericia y experiencia, porque tienen una edad, pero precisamente eso hace que no sea fácil soportar la jornada ordinaria con la gran presión asistencial del medio urbano (40-50 pacientes al día) y los grandes desplazamientos del rural, sumados a las duras guardias con sus duras noches e indeseables festivos. A cambio, tienen respetados algunos derechos laborales básicos.

Se da la circunstancia de que este (sub)sistema no está bien engrasado. No hay suficientes profesionales en esta categoría ni se apuesta de manera adecuada por este modelo de atención, que es el corazón de la Atención Primaria. No se cuida la longitudinalidad (que sea un mismo profesional el que atienda a un cupo fijo de pacientes) ni se tienen las condiciones adecuadas (tiempo, acceso a distintos recursos, en ocasiones, medios materiales) para proporcionar una atención integral. Los profesionales hacen milagros y heroicidades en estas circunstancias.

Como el mundo número 1 no funciona bien, se produce un flujo interminable hacia las Urgencias de Atención Primaria. La escasa educación sanitaria a los pacientes que se promueve desde la Administración, en el contexto de la promesa absurda y electoralista de una eterna Atención Continuada, hace el resto. Paradójicamente, este modelo a salto de mata no es bueno ni para los pacientes (mayor iatrogenia y descontrol) ni para los profesionales ni para la Administración.

Consecuentemente, hay que conformar un auténtico ejército de profesionales y de recursos que vienen a alumbrar el mundo número 2.

Este segundo mundo, por ser ineficiente, es carísimo. Pero se han inventado una solución para sostenerlo: el médic@ y enfermer@ de área. Profesionales en general más jóvenes, que trabajan casi cada día en un sitio, con pacientes diferentes y nuevos cada vez, guardias y consultas, noches, fines de semana y festivos, abarcando áreas geográficas extensas por donde los pueden mover a capricho, en ocasiones sin tener un calendario con el que programar una vida, disponibles en todo momento por si surge una incidencia en el mundo número 1, sin posibilidad de conciliación familiar, trabajando un mínimo de 140 horas mensuales a precio de saldo, sin formar parte orgánica de los equipos ni de sus decisiones, comiéndose los restos que deja el mundo número 1 y siendo vulnerados en sus derechos laborales más básicos.

La Administración sigue emperrada en este modelo (convoca plazas en esta exclusiva categoría) y, a la vez, abre una mesa redonda porque siente que la viabilidad del modelo amenaza quiebra. En el contexto, tenemos la jubilación masiva que está por venir, la dispersión geográfica de los pacientes y la desastrosa e inexistente planificación en Recursos Humanos, que provoca que los profesionales prefieran huir despavoridos a otros escenarios laborales, antes que tener que engrosar las filas del ejército número 2.

Sólo hay una cosa común a los profesionales del mundo número 1 y número 2, en la que todos coinciden y que nadie discute: todo el mundo está quemado y descontento.

EL TRATAMIENTO

No hay que inventar la rueda. La mayor parte de comunidades autónomas ya han transitado al modelo nuevo de Atención Primaria. Consiste en crear una Atención Primaria fuerte, accesible y capaz, dedicada a la consulta ordinaria y a cupos fijos de pacientes. Los profesionales tendrán dedicación completa a esta tarea, sin guardias. Sus incidencias y ausencias serán cubiertas por sustitutos; se estudiará proporcionarles una cierta estabilidad en alguna de sus formas. De esta manera, las consultas urgentes de pacientes bien controlados (y educados sanitariamente en el uso de recursos) serán reducidas a casi la mera anécdota. Un equipo de profesionales con sueldos y condiciones dignas se dedicará en exclusiva a prestar asistencia urgente en los puntos, ya no de Atención Continuada, sino de Urgencias de Atención Primaria.

De este modo, los profesionales se homogeneizarán en salarios, condiciones laborales y derechos. El adecuado control de los pacientes racionalizará por sí mismo la demanda, que será absorbida por los profesionales que hay, trabajando en estas nuevas condiciones. Probablemente este nuevo modelo no demande tantos profesionales ni recursos, lo que será adecuado en este escenario de relativa escasez. La remoción de los obstáculos antes mencionados ayudará a que las entradas compensen las pérdidas (jubilaciones) y se allane el camino para (a)traer a más efectivos si son necesarios.

En esta atmósfera de respeto laboral, el mercado de trabajo y la ley de la oferta y la demanda (aquí lo permitiremos) será capaz de asignar eficientemente a los profesionales más jóvenes a las plazas de más difícil cobertura (rurales). Es preferible aceptar esta prerrogativa del mercado en este punto que promover incentivos profesionales que lesionan la equidad, tan típicos de los modelos de mercado. No harán falta. Asimismo, esta circunstancia, y no otras, y sobre todo, ninguna más que esa, servirá para colmar las ansias de meritocracia (o de ajuste de cuentas) de la generación mayor con la joven. Se canalizará así el conflicto intergeneracional entre profesionales y, de rebote, se beneficiarán los intereses globales del sistema. Se terminará de esta manera con un sistema dual donde los intereses de una generación aplastan a los de otra.

Conclusión: todos contentos o, al menos, relativamente contentos.

Sólo había que reparar en la abrumadora evidencia que respalda a la Atención Primaria en los sistemas sanitarios públicos, en resultados en salud y en racionalización de costes.

Roberto Sánchez

Artículo publicado en Salud a Diario

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