Día sí y día también aparecen en los medios de comunicación noticias sobre los retrasos en la asistencia sanitaria en Atención Primaria, es decir, la existencia de listas de espera. No se entiende que en el primer nivel asistencial, que es la puerta de entrada de nuestro sistema sanitario, existan demoras y barreras.
La accesibilidad y la longitudinalidad son características específicas de la Atención Primaria; por eso no podemos permitir que existan obstáculos que ataquen nuestra esencia. Últimamente, esto sucede más a menudo de lo que nos gustaría. Cuando una persona demanda atención y no se atiende, buscará solución en otro sitio; lo más habitual, los servicios de Urgencias. Esto pone en evidencia una distorsión en nuestro funcionamiento, no achacable solo al trabajo de los equipos, ya que algo tendrán que ver también la falta de profesionales por las causas que todos conocemos y otros problemas ajenos a nosotros, pero que nos acaban alcanzando. Pero hoy no vamos a entrar en esos temas, sino que vamos a analizar cómo trabajamos y qué podemos cambiar.
En contra de lo que se piensa, gestionar una consulta de AP no es tarea fácil. Por allí pasa TODO: lo banal, lo grave, lo que es de fácil diagnóstico y lo que no, problemas sociales y laborales, demandas administrativas (justificantes de ausencias, solicitud de informes por motivos diversos, demanda delegada de otros niveles asistenciales, etc.). Todo ello, con un tiempo limitado y múltiples interferencias durante la consulta, como llamadas de teléfono, demandas urgentes (reales o sentidas), sin olvidar las consultas multifamiliares (se atiende a varios miembros de una familia al mismo tiempo) y que, generalmente, el paciente no acude con un único motivo de consulta. Sin olvidar que tenemos que incluir las actividades preventivas correspondientes y proporcionar educación sanitaria.
Mantener la concentración, poner orden en todo esto y satisfacer la demanda no es sencillo.
Una causa importante de este caos se debe a que el sistema está organizado alrededor de una figura, el médico. No hay ninguna norma que obligue a ello, pero la realidad es esa –»lo que diga el médico, hay que preguntar al médico, que lo vea el médico primero»–.
La demanda en Atención Primaria debe solucionarla aquella persona del equipo capacitada para ello, no necesariamente el médico. Si un administrativo puede dar una información o canalizar la demanda hacia el profesional más adecuado, debe hacerlo; si el personal de Enfermería está capacitado para controlar las patologías crónicas, realizar las actividades preventivas o atender problemas menores de salud, debe hacerlo. Si cada profesional gestiona y resuelve adecuadamente su demanda intentando dar solución a los problemas que se le presentan, con el mínimo de consultas posibles, hará que el tiempo dedicado sea más efectivo.
Todo lo que pueda solucionarse en el día debe hacerse, para evitar que un paciente vuelva una y otra vez por una demanda no resuelta.
Otro problema es la gestión de la agenda. Con la creación de los equipos de Atención Primaria (EAP) se instauró la cita previa, y, en un intento de poner orden en nuestras tareas, se fraccionó la agenda en diversas modalidades de consulta: a demanda, programada, administrativa… Pero esta rigidez no sirve para el tipo de trabajo que realizamos. La agenda debe ser flexible, adaptada a las características de nuestra población, adaptada también a la forma de trabajar de cada profesional; no tiene sentido poner un límite de citas inferior a la demanda real, con ello sólo generamos lista de espera.
Tenemos que ser mas imaginativos, utilizar otras formas de asistencia (consulta telefónica, correo electrónico, etc.), adelantarnos a posibles aumentos de demanda (épocas de epidemia, vacunaciones…), ideando circuitos o fórmulas para dar salida a esas situaciones para minimizar el impacto en el trabajo del día a día.
Es decir, debemos funcionar como equipo, donde cada miembro realice las tareas para las que está capacitado, y nuestro objetivo tiene que ser conseguir satisfacer la demanda de nuestros pacientes, proporcionar soluciones a sus problemas, educar, aconsejar y guiar a través de la complejidad de nuestro sistema sanitario. Intentar simplificar las tareas para disponer de más tiempo para atender los problemas más complejos.