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Hay una frase, un principio, que resumen perfectamente lo que recojo en este artículo, «gestionar sin información, es adivinación».

Uno de los males que arrastra el Sistema Nacional de Sanidad desde su creación, y que se intensificó con la trasferencia total de los servicios de salud a las Comunidades Autónomas es la falta de información, la carencia de un sistema riguroso de información, y la escasa información veraz y trascendente.

Adoptar decisiones, elegir, orientar el sistema actual sanitario, debatir, sin disponer de información previa, es una labor absurda pues a nada conduce, o conduce a puertos equivocados.

Debatir sobre la externalización de la gestión de centros en la capital de España sin conocer datos fiables de costes y eficiencia, aplicar mayores tasas a las recetas sin conocer previamente consumos inadecuados y costes de la gestión de esas tasas, hablar de la deuda sanitaria que existe actualmente sin conocer con precisión a cuanto asciende la misma y a qué se debe, comparar la eficiencia de servicios regionales de salud sin disponer de indicadores homologables, son algunas muestras, pero podríamos extendernos hasta la saciedad.

Unas veces la información, no existe, no se recoge o se recoge inadecuadamente por diferentes circunstancias, y otras la información no se difunde como debiera hacerse. Vuelvo a citar otro principio bastante clarificador en el que siempre se ha pensado: «quien tiene la información tiene el poder».

De alguna forma interesa que se mantenga este estado de cosas, esta opacidad y esta anemia de información. Esta carencia solo puede beneficiar a quien tiene la prerrogativa de tomar decisiones, ya que aunque estas sean equivocadas o no beneficien a la mayoría, son difícilmente rebatibles.

Conocer, tener información -la necesaria, fiable y rigurosa- permite debatir y elegir.

Desde el ámbito político, la información es democracia, desde el ámbito de gestión, solo con información se puede mejorar lo preexistente.

Miguel Gonzalez Hierro. El Adelanto 13 de enero 2013

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