Han pasado más de 30 años desde que la OMS formuló en Alma-Ata su declaración Salud para todos en el año 2000, que suponía una apuesta política para incrementar el nivel de salud de las poblaciones desfavorecidas. El objetivo era generalizar la equidad en el acceso a la atención sanitaria y la eficacia en la prestación de los servicios. Se trataba del desarrollo de un modelo basado en la atención primaria en el que la prevención era tan importante como la curación y en el que se invertirían los recursos de modo racional en los distintos niveles de atención.
Evidentemente el mundo ha cambiado mucho desde 1978 y ya en 1994 la propia OMS en un examen de los cambios ocurridos en el ámbito sanitario a nivel mundial desde Alma-Ata concluía que no se cumpliría el objetivo de salud para todos para el año 2000.
El cambio global ha afectado a la propia OMS que, como consecuencia de algunas decisiones polémicas, ha perdido una parte importante de su prestigio. Algunos ejemplos de estas decisiones son las recomendaciones realizadas hace unos años a propósito de la gripe aviar y, en 2009 a propósito de la denominada gripe A. En ambos casos se ha producido una valoración desproporcionada de lo que podría suceder, lo que ha llevado a los gobiernos a invertir importantes recursos en prevenir una epidemia que, finalmente, no sido tan importante.
Independientemente de la alarma social generada, con la inestimable colaboración de muchos gobiernos y no pocos medios de comunicación social, muchas de las inversiones realizadas parecen completamente desproporcionadas, y no solo por la magnitud real de la pandemia, sino porque muchos de esos recursos se han detraído de la asistencia sanitaria a otros problemas de salud más importantes. Existe una opinión extendida de que la OMS no ha sido ajena a las presiones de sectores económicos que en ambas pandemias han obtenido pingues beneficios. Sea esto cierto o no, lo que es evidente es que la OMS se ha dejado por el camino una parte importante de su prestigio y para muchos su principal valor: la independencia de los poderes económicos.
Miguel Barrueco. El Adelanto 9 Enero 2010