Uno de los grandes logros sociales, como es la protección sanitaria pública para toda la población, no puede sufrir un proceso de degradación lento pero continuado como el que creemos viene sufriendo, y poco a poco ser puesto en cuestión por las clases más activas de la sociedad.
Sin poder exponer aquí datos, cifras o valoraciones más concretas, un acercamiento honesto y sin prejuicios a lo que es la realidad asistencial, creo provoca en cualquier observador imparcial esta sensación de degradación: insatisfacción progresiva de los usuarios, masificación, esperas difícilmente aceptables, trato despersonalizado, errores de diversos tipos; en fin un amplio catálogo de problemas que debería obligar a la reflexión de los responsables, a ofrecer un giro radical para frenar este deterioro y a implantar medidas contundentes para asegurar la pervivencia actualizada de este logro.
No es cuestión de ofrecer desde aquí un programa detallado de por donde puede o debe ir la reordenación del sistema sanitario para intentar evitar este proceso de pérdida de calidad. Lo hay, o al menos algunos, lo tenemos. Pero si parece oportuno señalar dos aspectos en los que se deberá insistir y que deberán ser ejes fundamentales de cualquier reforma.
La información a los pacientes y su capacidad de elección.
Que el paciente sea el eje del sistema sólo se logrará cuando se acepte que quien decide es el paciente y para ello debe estar adecuada y suficientemente informado.
La capacidad de elección, difícil de conjugar con la planificación de un sistema público, es otro elemento implícito en las sociedades modernas y democráticas.
Si no se potencian estos dos aspectos, se corre el riesgo de perder la legitimación social del modelo público.
Miguel González Hierro. El Adelanto 26 Noviembre 2005