Las listas de espera para acceder a una consulta, realizar alguna prueba diagnóstica o ser intervenido quirúrgicamente parece que se han convertido en un problema insoluble. ¿No se puede mejorar o no interesa mejorarlo? Los que trabajamos en sanidad y sufrimos cada día esta situación sabemos que no es imposible; no es fácil, pero no imposible.
Para abordar este problema hay que contar con todos los actores que intervienen: pacientes, sanitarios y organización. Si no lo abordamos desde el origen, no se podrá solucionar, solo colocaremos parches, sin conseguir una solución definitiva. El mero hecho de inyectar dinero, sin que se haga sobre objetivos determinados, no sirve. Un ejemplo lo tenemos en las peonadas, o en pretender solucionar las listas de espera quirúrgicas derivando a los pacientes a instituciones privadas.
Hay un dicho asturiano que sostiene: “Fui a la casa del vecino y avergüénceme, volví a la mía y arrégleme”. Esto quiere decir que la solución está, en gran parte, en nuestras manos.
Falta mucha educación sanitaria de la población e información adecuada.
En atención primaria atendemos muchos motivos de consulta que no son, estrictamente, problemas de salud. Ejemplos de esto los tenemos en: solicitar información sobre las citas pendientes con el especialista, modo de acceder a determinadas ayudas sociales, pedir turno para la realización de analítica o conseguir el volante de analítica para una revisión en una consulta del hospital, etc. Obviamente, eso nunca debería haber llegado a la consulta médica. Señala un fallo en los sistemas de información y de recepción de los pacientes. Solucionar estos problemas, con una buena organización y adiestramiento del personal administrativo y celadores, no cuesta tanto dinero y liberaría tiempo en la agenda del médico de familia.
Mejorar la información para reducir la lista de espera.
En atención primaria se debe hacer un esfuerzo en la selección y formación del personal que recibe al paciente. Son el primer contacto con el sistema, los que atienden su solicitud de asistencia. De ellos depende la información sobre el uso de los servicios y canalizar hacia el profesional adecuado la asistencia que solicitan.
Otro ejemplo son las consultas derivadas de conflictos laborales. Solicitar una baja laboral, por dichos motivos, no soluciona el problema que los ocasiona. Esto corresponde a otras organizaciones, como comités de empresa, sindicatos, etc. Sin embargo, son motivos de consulta no excepcionales. Igual que los acontecimientos adversos de la vida: rupturas sentimentales, duelos…, que, salvo excepciones, no requieren una actuación médica.
El desarrollo de las actividades preventivas de la cartera de servicios, en su mayoría son competencia del personal de enfermería, tampoco tienen que desarrollarse en una consulta médica.
La gestión de la receta electrónica pretende mejorar la calidad de la prescripción y hacerse de forma que no consuma tiempo de consulta. La renovación de la medicación crónica debe estar integrada dentro del seguimiento de las patologías crónicas, que es donde se dan las condiciones para valorar el seguimiento del tratamiento y las complicaciones o efectos secundarios de los fármacos. No debe actualizarse de forma mecánica. Corresponde al personal de enfermería el vigilar a los pacientes crónicos estables y el adecuado cumplimiento terapéutico.
Normalizar la asistencia tras la pandemia.
La pandemia supuso un parón en la asistencia sanitaria no derivada de la covid, con mayor repercusión en la asistencia hospitalaria, que no ha sabido dar salida de forma eficaz a las listas de espera generadas. Algunos servicios se resisten a normalizar la asistencia, priorizando la atención no presencial sobre la presencial, creando barreras injustificables para el acceso de la población.
Esto ocasiona desconcierto y desconfianza y aumenta más la lista de espera. Cuando no se da respuesta a la expectativa de un paciente o no se soluciona un problema de forma adecuada, se aumenta la lista de espera, generando nuevas consultas. Hay que priorizar la atención presencial en la atención al paciente, revisar los circuitos asistenciales. Corregir aquellas situaciones que enlentecen la resolución del problema, preguntarse por la idoneidad de las pruebas diagnósticas solicitadas; si no aportan nada nuevo o no modifican la actitud terapéutica, no hay que pedirlas, solo contribuyen a dilatar la solución y generar más lista de espera, con perjuicio de otros pacientes.
Si las anomalías en el funcionamiento de los servicios hospitalarios provocan una consulta en el médico de familia, reflejo de su mayor accesibilidad, esto acaba repercutiendo en su agenda, ocasionando cansancio, frustración y desmotivación del profesional, que ve cómo se consume su tiempo en problemas que no son de su competencia, dificultando poder dedicarse a aquello que verdaderamente le atañe.
Mejorar la capacidad resolutivo de los servicios.
La propia lista de espera genera más lista de espera. Se pierden muchas citas por la demora en la asistencia. Cuando una cita tiene una demora desproporcionada, se busca solución por otros medios; con frecuencia, cuando llega la cita, esta ya no es necesaria y se pierde.
Cada servicio debe preocuparse de disminuir sus demoras, dentro de su capacidad resolutiva. Necesitamos que todos adquiramos el compromiso de solucionar las deficiencias de organización en nuestro trabajo, ser más eficientes, establecer un diálogo, sincero, entre niveles asistenciales para conseguir una colaboración real. Aportar ideas y soluciones.
Los circuitos de calidad son una herramienta muy útil para detectar las deficiencias y buscar soluciones. La teoría la conocemos, todos hemos realizado a lo largo de nuestra vida profesional cursos o talleres sobre circuitos de calidad. ¿Por qué no pasamos de la teoría a la práctica?
Tanto a nivel de atención primaria como en el hospital, existen profesionales formados en esta técnica. ¿Por qué no se utilizan para trabajar, con los servicios y equipos, ayudándolos a analizar sus deficiencias y buscar soluciones?
Si de verdad estamos por mantener una sanidad pública de calidad, es el momento de arremangarse y ponerse a trabajar por ello.
Luz María Martínez