Decía Paul Watzlawick en su libro Lo malo de lo bueno que la confianza es el mayor enemigo de los mortales. Subtitula su libro Las soluciones de Hécate:
Cansadas las brujas de machacar a Macbeth haciendo crecer su gran ambición para que nunca la viera colmada, se presentaron ante Hécate y ésta les dijo: para hundirlo de verdad tenéis que hacer crecer en él su confianza.
Esta historia me recuerda a un buen tipo, psicólogo, además de médico, y en determinada época, coordinador del centro de salud donde yo trabajaba.
Es el único jefe que he conocido que dejaba crecer libremente a la gente a su alrededor sin excesos ni hipocresías. Agradecía y alababa el trabajo ajeno en lo que tuviera de valioso sin encajonarlo y sin prejuiciarlo.
Fomentaba discretamente las iniciativas ajenas, sin generar en los demás reticencias, competencia destructiva o celos. Tampoco absorbía el trabajo ajeno en beneficio o mérito propio. Al menos así lo percibía yo.
No me des tanta coba, le decía yo y él, que quizá conocía a Hécate, contestaba riendo: Es para debilitarte. Eres demasiado fuerte.
Seguramente nunca trabajé más a gusto, seguramente aporté algo al conjunto del Equipo. Estamos acostumbrados a remarcar continuamente lo malo de lo bueno, a enfrentar la actividad desde la crítica feroz, con el deseo, seguramente, de mejorar y no de destruir, pero con un resultado muy destructivo en realidad.
¿Cómo deberían ser las personas que, de alguna manera y en cualquier nivel, gestionan recursos humanos en servicios públicos?
Las cualidades personales de los gestores son importantes y pueden servir al objetivo que se persigue desde el puesto que se ocupa, pero, evidentemente, no es suficiente.
En el caso de la Sanidad pública, llevamos décadas pidiendo que se profesionalice la gestión; que los gestores no sean extensiones de los políticos de turno. Sin embargo, esto es un imposible, pues están para desarrollar los objetivos de los políticos de turno que los nombraron.
Para aspirar a la profesionalización de la gestión de los servicios sanitarios se necesita un paso previo que jamás se ha producido en España, ni siquiera en el origen: UN PACTO POR LA SANIDAD. UN MODELO SANITARIO ACEPTADO POR TODOS. Hay tan grandes diferencias entre un modelo socialdemócrata, un modelo liberal o neoliberal, un modelo mixto, un modelo de complementariedad, un modelo de subsidiaridad, un modelo centralizado o descentralizado, un modelo centrado en la salud como un derecho o en la salud como un mercado…
A estas alturas, hay que preguntarse cuál es nuestro modelo sanitario, porque el inicial Servicio Nacional de Salud está ya tan desdibujado que es difícil encontrar una respuesta. Entonces ¿cómo se va a conseguir profesionalizar la gestión, si la gestión en cada momento persigue objetivos dispares, según el modelo de Sanidad que defiende quién gobierne en cada momento y en cualquier nivel de la administración?
Todo está lejos del control de los ciudadanos normales, sean usuarios o trabajadores de la Sanidad pública. Así que sólo nos queda ejercitarnos con voluntad y tesón en ser capaces de percibir lo bueno entre tanto malo para reforzar las pequeñas fortalezas y alejar las debilidades en beneficio de aquello por lo que trabajamos.
Concha Ledesma