Una de las máximas, cuando se programan y ofertan intervenciones sanitarias, es saber donde están los límites. No se pueden abrir muchos frentes sin asegurarnos que los vamos a atender con un mínimo de garantías. Viene esto a cuento, porque nuestra sociedad en manos de sus poderes políticos «prometeos» están abriendo cada vez más el abanico de prestaciones, sobre todo socio-sanitarias (que conste que ello constituye el ideal de progreso) pero sin aumentar en la misma medida los recursos, lo que conlleva un efecto perverso: ofrecer muchos platos pero «sin fundamento» como diría el famoso cocinero, o lo que es lo mismo, crear estructuras con pies de barro.
Otro factor importante es que nos estamos olvidando de las actividades preventivas (lo más valorado es la faceta puramente asistencial) y de las actuaciones comunitarias útiles. De las primeras porque no tienen un rendimiento visible a corto plazo y mucho menos provecho político. Y de las segundas, porque aunque hay gran cantidad de proyectos, tantos como necesidades existentes, quedan en eso en proyectos no en realidades, bien porque no se evalúan, bien porque es suficiente con publicitarlos al principio y no se les da continuidad, bien por falta de coordinación institucional etc.
Y ¿Dónde estamos los sanitarios? En las consultas escondidos en las carteras de servicios asistenciales a los ciudadanos que a veces se entienden como lo mínimo (lo estrictamente necesario) a realizar o por el contrario sales afuera a desarrollar actividades comunitarias o preventivas de protección de la salud no siempre bien entendidas por los sectores implicados y que te suelen dejar al descubierto.
No creo que los políticos deban actuar como técnicos, ofreciendo sin límites, aunque hay algo peor y es que los técnicos se metan a políticos.
Antonio Julián Martín. El Adelanto 18 Marzo 2006