Hay quien dice que el cambio de rol de la mujer en la sociedad es la única revolución que ha ocurrido en el último siglo, si suponemos que una revolución lleva consigo que el poder cambie de grupo social, lo de la mujer no es tal. Acceder a la educación, al trabajo remunerado y con ello a cierta independencia que le permite elegir relativamente. Tener responsabilidades laborales, compaginarlas con las familiares sin mucha ayuda, incorporar a su vida técnicas del «mundo de los hombres». Todo ello ha sucedido, pero el poder lo que se dice el poder…es otra cosa. Por su parte, la mayoría de los hombres, incorporan a su vida los cambios y sus personas «crecen» y ellos lo saben. Los hay que no y, de estos hemos visto casos últimamente en el escaparate y sin duda hay muchos más en la trastienda.
Pero el cambio profundo no termina de producirse. Falta, entre otras cosas, enseñar a las niñas (más allá de la independencia económica) a conseguir la independencia afectiva. Enseñarlas a concebir las relaciones afectivas sin sentimiento de necesidad es enseñarlas a no dejarse acosar, a no dejarse maltratar y, en el extremo, a no dejarse asesinar (¿será la sangre de ésta dudosa revolución? ). Es también prevenirlas de una variedad de patologías ligadas al mundo afectivo y al mundo de las relaciones personales. Pero, integrar esas cosas en la estructura cerebral debe llevar tiempo, es posible que falten más generaciones y mucho sufrimiento todavía.
Estamos en plena firma del estatuto marco, con una huelga en ciernes y tantas otras cosas de las que tratar, pero será otro día.
Concha Ledesma. El Adelanto 8 Junio 2002