Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
Escribía en este mismo periódico en 2017 que el objetivo inaplazable debería ser abrir el nuevo hospital en 2019. El plazo termina y las nuevas referencias hablan de su apertura en el segundo semestre de 2020, es decir: dentro de un año.
El hospital es la gran obra de Salamanca en el primer cuarto de siglo y una aspiración colectiva de ciudadanos y profesionales, y debería serlo también de todas las instituciones implicadas: Junta, Ayuntamiento, Diputación, Universidad, etc. Por ello, nos gustaría creer que también lo ven así nuestros representantes políticos en las Cortes de Castilla y León, tanto los que pueden aportar soluciones elaborando el presupuesto de la Comunidad (PP y Ciudadanos) como los que pueden demandarlo activamente desde la oposición parlamentaria mediante enmiendas a los presupuestos (PSOE y Podemos).
La Consejería de Sanidad conoce perfectamente la especial sensibilidad que los temas sanitarios despiertan entre la población de Salamanca, de la que las mareas han sido un claro ejemplo. Conoce también de primera mano las preocupaciones de los profesionales que trabajan en el hospital, y la necesidad de un plan de choque que recupere parte de la ilusión que un nuevo hospital debería generar y que, en gran medida, se ha perdido. El escepticismo ha sustituido a la ilusión.
Un hospital nuevo es mucho más que una obra contratada con un presupuesto, implica una dotación tecnológica que cuesta mucho dinero (que hay que presupuestar) y en cuya elección no puede haber fallos ni por exceso ni por defecto; implica también un esfuerzo de acomodación de los procedimientos de trabajo para poder ofrecer una respuesta exacta a las necesidades actuales de los ciudadanos, pero implica también la previsión necesaria para que la inversión se ajuste a las necesidades de asistencia, docencia e investigación sanitaria durante, al menos, los próximos cincuenta años. Es una empresa difícil, pero a la vez ilusionante y que exige la mejor disposición colectiva. El hospital de Salamanca está suficientemente preparado para gestionar este proceso.
Salamanca no puede perder esta oportunidad; tampoco puede permitir retrasos injustificables cuando lleva muchos años sufriendo dilaciones desde que se anunció el Plan Director del Hospital. Si el hospital nuevo se veía necesario en el año 2000, imagínese en 2019. Por ello, la ciudadanía y sus instituciones deberían ser capaces de generar una dinámica positiva capaz de aunar esfuerzos para garantizar la apertura del hospital en 2020. A lo mejor es mucho pedir, aunque quizás, en ese caso, debería decir a lo peor.
Tampoco podemos olvidar que, una vez realizado el traslado al nuevo edificio, aún quedará pendiente otro donde se ubicarán las consultas, del que aún no se sabe nada y que debería iniciarse nada más derribar el actual Clínico. Esperamos que, en este caso, las instituciones sean más diligentes y no se sigan sumando años para la finalización de un proyecto que, en el mejor de los casos, habrá llevado casi 25 años. El Hospital de La Paz, mucho más grande y complejo y que, al igual que el hospital de Salamanca, se construirá en el mismo sitio que el actual, se prevé realizar en 12 años, un tiempo mucho menor. Por cierto, con arquitectos salmantinos.
Miguel Barrueco