La crisis que vivimos por las llamadas vacas locas ha puesto crudamente en evidencia algunas contradicciones de la sociedad en materia de salud.
La primera: que hasta el momento los intereses económicos priman sobre los de la salud.
Otra: los inquietantes procesos industriales de cría y alimentación animal para consumo humano. Sin entrar a reflexionar sobre lo que podríamos llamar «derechos de los animales» y donde intuimos procedimientos espeluznantes, la cría, alimentación y engorde se realizan de forma intensiva y apurando al límite, buscando siempre la máxima rentabilidad económica. Estos esquemas de producción -y de pensamiento-, llevan a prácticas que ahora empezamos a conocer, como convertir en caníbales y carnívoras a las vacas.
Así mientras nos preocupamos hasta la obsesión por aspectos de salud más visibles o más consumistas, quedan olvidados elementos básicos y –a medio plazo- de mayor incidencia sobre ésta.
Lo que ahora ocurre con las vacas ya sucedió con los pollos (uso de aceites industriales para su alimentación) y seguramente volverá a ocurrir, bien con otros animales, con otras cadenas alimentarias o con los transgénicos. Detrás siempre está una forma de producción de alimentos humanos de carácter industrial, la búsqueda de un máximo rendimiento económico y el uso de nutrientes básicos cuanto más baratos mejor.
Los hábitos de vida y el entorno ambiental tienen mucha más influencia sobre la salud que el sistema asistencial. Deberíamos pues fiscalizar y exigir mucho más en estos aspectos (donde por cierto se invierte muy poco) y asegurar que se introduzca una cierta lógica ecológica en los modos de producción.
Otro hecho a resaltar: la desconfianza de la población hacia las explicaciones oficiales. ¿Por qué será?.
Miguel González Hierro. El Adelanto 9 Diciembre de 2000