¿Aceptaría la población que su cardiólogo o su oncólogo fueran personas que se han formado bajo su propio criterio, sin supervisión, sin que una autoridad científica superior les hubiera reconocido su aptitud?
Sin embargo la sociedad viene aceptando, sin rebelarse, que los gestores de la sanidad pública tengan ese perfil: no profesionales, formados de múltiples formas –cuando se han formado ya que muchos nada han hecho en este sentido-, sin reconocimiento externo independiente, sin aval científico de esta formación, sin demostrar que son más competentes que otros. Sin demostrar siquiera que son competentes para eso.
En general los gestores de nivel medio, de los centros y hospitales, son nombrados por la confluencia de diversos factores: ser conocido, amigo o correligionario de los partidos en el poder, tener alguna influencia política, haber sido cesado en otro puesto y tener sus valedores que recolocarlo, no haber encontrado otro responsable de mayor valía, compensar repartos de poder entre familias políticas o de grupos de interés… Con alguna excepción, es cierto.
Hay que reconocer no obstante, que en estos 30 años de SNS existen algunos gestores que pueden considerarse serios, profesionales, eficaces. Son los menos. Una exigua minoría, una autentica rara avis en el mundo de la gestión.
Reflexionando sobre esto de la profesionalidad de los dirigentes de instituciones, no puede uno por menos que poner de manifiesto la tremenda incongruencia de que cada vez se exija mayor especialización de los médicos y de los sanitarios, y sin embargo de quien los dirige –o debiera dirigirlos- no se exija ninguna. Que no se pida ninguna especialización para gestionar centros que pueden manejar 300 millones de euros al año y 4.000 trabajadores. Que nadie haya avalado su formación rigurosa.
No es posible hablar de gestión eficiente en esas condiciones. No es posible hablar de liderazgo. ¿Cómo los profesionales sanitarios, rigurosamente formados y sometidos a altas exigencias para acceder a su puesto van a reconocer autoridad moral o técnica alguna a un dirigente sin prestigio ni rigor en su formación? ¿Cómo va a liderar quien está en una clara inferioridad formativa y de prestigio?
Por todo ello se impone profesionalizar, especializar la gestión en sanidad. Además de ser una exigencia técnica, es una exigencia ética.
Salamanca, 10 de diciembre de 2015
Miguel González Hierro
ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DE LA SANIDAD PÚBLICA. Salamanca