Hemos repetido tanto que, nuestro sistema sanitario en comparación con los de la mayoría de los países de la UE, es el más barato, o lo que es lo mismo, gasta en su mantenimiento menos porcentaje del PIB que el de los países vecinos. Incluso gasta menos en sanidad de lo que debería exigirse a nuestro país en relación a su nivel de riqueza. Por lo tanto sería erróneo pensar que sea el volumen de la inversión en sanidad una de las culpables de la catástrofe económica que atravesamos.
Por otro lado el grado de satisfacción de los ciudadanos por los servicios recibidos, era alto, al menos hasta hace poco, pues tenemos infraestructuras y recursos valiosos que han demostrado sobradamente su eficacia. En esta situación colaboraron conjuntamente trabajadores, administradores, políticos y como no, también sus beneficiarios, es decir, las personas que los reciben en condiciones de igualdad y accesibilidad. Y parece ser que se nos está olvidando.
Lo que surge ahora es un afán por desprestigiarla por intereses puramente económicos. Lo que ha tardado tanto tiempo en construirse, se está deshaciendo poco a poco. En algunos casos de manera más sutil que en otros, se están efectuando recortes en las prestaciones, cuestión que obviamente mina la calidad de los servicios. Todo con un fin último: ir privatizando «lo nuestro». Eso es negocio, que acabará con la razón diferencial y fundamental del existir de nuestra sanidad que es la equidad con calidad.
Están proliferando compañías de prestación de asistencia sanitaria, con socios altamente interesados, como las propias entidades bancarias que han olido la parte del pastel y quieren participar, a sabiendas de las menores prestaciones que pueden ofrecer a sus clientes. El verdadero problema es que una vez cambiado el sistema es muy difícil la marcha atrás. Cuando retiremos la mascara y topemos con la realidad, puede ser tarde.
Hay que recordar que soluciones hay, sin tener que pasar por el castigo del copago o los recortes indiscriminados, tendrían que ir en la línea de gestionar la sanidad como un bien público, único e irrenunciable, que para muchos es lo único que desgraciadamente les queda.
Antonio Julián . El Adelanto 18 Febrero 2102