Se trate de religión, política, salud, violencia, sexismo o tabaco, lo primero y con frecuencia lo único que se le ocurre hacer al bienintencionado de turno, es añadir unos temas horizontales o verticales si no es una asignatura completa al muy cargado currículum de los pobres niños.
Con la Atención Primaria de Salud pasa como con los niños en el colegio. Se ha presentado un plan para abordar las enfermedades mentales desde la Atención Primaria. Es correcto, porque, la patología mental, como las demás, se suele detectar en el Centro de Salud, que por algo es el servicio más próximo al ciudadano y la espina dorsal del sistema. Allí, percibimos a diario los efectos de la sobrecarga física y emocional de los que cuidan enfermos crónicos o ancianos, también, la dificultad para enfrentar las enfermedades propias, para responder a las exigencias que la sociedad impone o para enfrentarse a los problemas vitales. Todas ellas son circunstancias que pueden dar lugar a patología mental. Pero, percibirlo es una cosa y resolverlo es otra. Los actuales equipos de Atención Primaria, carecen del tiempo, los recursos y posiblemente de la preparación necesarios para enseñar a la gente a afrontar su vida, que, no es tarea fácil ni corta ni se resuelve solo con fármacos. No parece que el plan vaya acompañado de más profesionales preparados y de los necesarios espacios, y un sinfín de otras necesidades.
Pero además, preservar la salud mental, como reducir la violencia, el sexismo, el consumo de drogas, la presión social, la soledad, el desarraigo o la falta de esperanza, son cosas que exceden de lo que puede hacerse en el centro sanitario. Requieren sanear la sociedad completa y necesitan ser abordados desde el sistema sanitario, pero con el concurso de otros sectores sociales y económicos.
La intersectorialidad fue un concepto de los tiempos de Alma Ata, que no cuajó por ser demasiado revolucionario.
Concha Ledesma. El Adelanto 14 Abril 2007